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El agua fría no le ayudó mucho en un principio. Después de un largo rato las uñas se le pusieron moradas y todo su cuerpo comenzó a hormiguear entumecido. En ese estado no podría hacer mucho, pero era mejor que hacer demasiado.

Jungkook regresó a la habitación con una toalla enrollada en la cintura y encontró a Taehyung dormido en la cama vistiendo únicamente su camiseta. Estaba acurrucado de lado, justo en el medio del colchón, con las piernas cruzadas.

Estaba seguro de haber sufrido una pequeña hemorragia cerebral.

Su Taehyung, su hada guerrera, su terco intelectual que sabía dulce como la miel y picante como el gochu, cuyos besos eran más potentes que cualquier orgía, cuyos orgasmos eran más estimulantes que cualquier droga. La única persona que lo hacía pensar en canciones de amor y no de desesperación.

Lo movió con cuidado hasta que liberó el cobertor, lo cubrió para que no pasara frío y se metió en la cama a su lado.

«Tal vez», pensó y las miles de posibilidades que esa palabra implicaba danzaron en su mente hasta volver sus ojos pesados y acunarse con la promesa de que al día siguiente las cosas estarían más claras.

Y más claras amanecieron. O, tal vez, lo más correcto sería decir más oscuras.

No era lo mismo acostarse agarrotado por una ducha eterna de agua helada que te hacía ver a la persona a tu lado como un ángel mandado para salvarte, que despertar con todos tus miembros funcionales —algunos más que otros— y que la visión a tu lado ya no fuera un ángel, sino un demonio provocador que te recuerda que no eres más que un hombre.

Taehyung ya no estaba bajo las sábanas. En algún momento de la noche se había destapado y girado hasta quedar sobre el estómago. Para rematar, su renegada camiseta se le había subido más arriba de los muslos.

Más que nada en esa vida quería besar esa parte que se forma justo donde el muslo pierde su nombre, y esa parte de él que desde hacía mucho tiempo tomaba sus propias decisiones le pedía a gritos, desde debajo de la sábana, que lo hiciera.

Cerró los ojos pensando que al no verlo podría olvidarlo, pero su fantasía tomó el gesto como un permiso para entrar y mostrarle con lujo de detalles lo que debería estar haciendo.

Taehyung estaba en la cama apoyado en sus manos y rodillas. Su cabello revuelto disparado en todas las direcciones y unos mechones rebeldes ocultaban parte de su rostro.

La invitación era del tipo que no podía ser rechazada.

Lo tomó por las caderas para ponerlo donde quería y comenzó a restregarse por detrás, como un desesperado. El chico gemía y decía su nombre en medio de suspiros.

Ante tanta receptividad movió las manos hasta su trasero, separándolo más y acariciando con los pulgares esa entrada que sabía por experiencia que escondía su propio placer. El castaño gimió más fuerte apretándose contra él, suplicando para que le pusiera fin a la tortura.

—¿Lo quieres, Taehyung? Sabes que te gusta, dímelo, pídemelo.

—Creo que voy a tener un orgasmo de solo verte.

Jungkook abrió los ojos de golpe.

Taehyung estaba sentado en la cama a su lado, tenía las mejillas rojas, las pupilas dilatadas y una media sonrisa.

Y ahí estaba él. O, más concretamente, su mano, debajo de la sábana, encargándose de darle una sensación física a la fantasía.

Como un adolescente atrapado por sus padres en medio de un ejercicio de masturbación, soltó su miembro —que quedó rígido sobre su estómago— y sacó la mano desde debajo de las sábanas para aparentar que no estaba haciendo nada.

Addicted To You ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now