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¡Masoquista!

Jungkook nunca había pensado sobre él en esos términos. Una persona que pasa la mayor parte de su niñez y adolescencia buscando, sin conseguirlo, el cariño de sus padres, se vuelve un experto evitando cualquier manifestación de rechazo y persigue, aunque sea por métodos químicos, una sensación de felicidad.

Habían transcurrido casi tres semanas desde el fatídico día en el que, por primera vez en el transcurso de la humanidad, un chico prefirió ver zombis que besarlo. Aun así, había hecho hasta lo imposible por ver a Taehyung casi todos los días, y habían desarrollado una relación estrictamente platónica.

¿Platónica? Él nunca había sido particularmente aplicado en la escuela pero, ¿no era Platón de esos filósofos griegos que no practicaba precisamente la abstinencia, más cuando se encontraba rodeado de jovencitos?

Tenía que preguntarle al castaño.

O mejor no.

Platónico estaba bien.

Platónico, al menos en el sentido moderno, era lo único que podía darle sin correr el riesgo de que el chico saliera corriendo.

En los momentos en los que podía analizarlo fríamente, que por lo general ocurrían cuando se veía forzado a tomar duchas de agua helada después de pensar en lo bonito que tenía la boca, lo que inevitablemente lo llevaba a pensar en las cosas que podía hacer con esa boca, llegaba a la conclusión de que, suponiendo que los satélites se salieran de sus órbitas, Ozzy Osbourne cantara hip hop y Taehyung se interesara en el recorrido completo, ese que incluía fuegos artificiales al final, él no estaba seguro de poder dárselo, al menos no de una forma placentera para el chico.

En algún momento de su vida aprendió que el sexo verdaderamente satisfactorio no involucraba caricias, abrazos, ni besos. Era un acto unilateral que, desgraciadamente, requería la asistencia de otras personas, pero cuyo único beneficiario era él.

Aquellos por los que sentía cariño, que le importaban, que de solo verlos le generaban un extraño calorcillo en el medio del pecho, estaban por encima de sus egoístas necesidades físicas y ahí era donde Taehyung tenía que estar.

Su mente solo necesitaba un tiempo para ponerse al día con el programa y abandonar esa faceta de director de películas para adultos que parecía ponerse de manifiesto cada vez que el castaño estaba cerca. Claro que si eso no ocurría pronto, él iba a vivir perennemente con un dolor de bolas que ya era una sensación constante de sus noches, pues no quería ni podía dejar de verlo, y tampoco quería ni podía ver a alguien más.

Sí, todo un masoquista.

¡El cromo que le faltaba en el álbum!

—Oye, Jungkook, ¿vas a quedarte un rato más o te vas ya? —le preguntó Mingyu, el bajista de Ares, una vez que terminaron de meter todos los instrumentos en la parte de atrás de su camioneta luego de una actuación en un bar de mala muerte en Sindang.

—No lo sé. Tengo que preguntarle a Taehyung.

El sonido onomatopéyico de un látigo y las risas que le siguieron no podían provenir sino de Jaehyun, el baterista de la banda.

—No le hagas caso —intervino Mingyu, riendo—. Solo está celoso porque nunca podría conseguir a un chico como Taehyung.

—Yo nunca iría por un chico así, sin ofender —Jaehyun levantó las manos en un gesto de paz—. Es lindo y todo eso, pero no salgo con personas más inteligentes que yo.

—¿Decidiste volverte célibe, entonces? —dijo Jungkook, medio en broma medio en serio, porque, en honor a la verdad, el único célibe del grupo era él, aunque no iba a reconocerlo en voz alta. De hecho, todo el mundo creía que entre Taehyung y él había algo, y no podía culparlos: pasaban demasiado tiempo juntos. El chico era su nueva adicción.

Addicted To You ❀ KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora