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La frase «partirle la cara» siempre le había parecido a Taehyung una exageración, una expresión prefabricada para explicar un deseo de hacer daño que nunca se concretaría. Tras los últimos acontecimientos, quedaba claro que asumir cosas sin pruebas de respaldo era malo. Eso era lo que separaba a los científicos de los filósofos.

¡Jungkook le había quebrado la mandíbula al hombre! Hasta escuchó el traquido desde donde estaba, y no había nada filosófico sobre ese hecho.

Luego todo el lugar se convirtió en un ring de boxeo.

Alguien caminó hacia Jungkook con uno de esos palos de billar en la mano y Namjoon le saltó encima. Alcanzó a ver a Jaehyun agarrar por el cuello a alguien que también pretendía inmiscuirse, para luego lanzarlo al piso.

Era muy diferente ver una pelea en un bar por televisión a estar tan cerca de ella que podías oler el sudor, la sangre e incluso la violencia. En la pantalla todo es ordenado, coreografiado; en la vida real solo es salvaje.

Mingyu fue al rescate de Taehyung cuando estaba tratando de fundirse con la pared más cercana para evitar ser el blanco de un puñetazo lanzado en la dirección errónea, y lo sacó del bar.

El cambio de temperatura y la relativa quietud del exterior hicieron que la subida de adrenalina remitiera y todo comenzara a darle vueltas. Si hubiera sabido que la noche iba a terminar de esa manera ni siquiera se habría acercado a la botella de vodka.

Necesitaba pensar, ordenar ideas, encontrarle un sentido racional a la irracionalidad que había dejado atrás, pero sus pensamientos eran una masa nebulosa cuyas formas no terminaban de concretarse y se quedaban en la mera insinuación.

Con Mingyu sujetándolo por el codo llegaron hasta el coche de Jungkook y, a pesar de que esperaba algún tipo de comentario, o al menos una broma que aligerara la tensión, el de mechas naranjas simplemente se recostó en una de las puertas, cruzó las piernas a la altura de los tobillos y encendió un cigarrillo, tal y como si estuvieran en el estacionamiento de una gasolinera esperando que el resto de Ares y Namjoon salieran del baño o algo así.

A Taehyung no le quedó otra que imitarlo: ahora que Mingyu no lo sujetaba, el suelo parecía estar hecho de goma, por lo que no era aconsejable estar caminando de un lado al otro. Además, y aunque no tenía nada que ver con el equilibrio, sus encías estaban adormecidas y el hecho era perturbador.

No supo con exactitud si fueron pocos o muchos minutos después cuando Jungkook y el resto de los chicos salieron en perfecta formación de triángulo por la puerta del bar. En ese momento, y por alguna razón desconocida, su mente comenzó a tocar el tema de una película de vaqueros e imaginó unas bolas de paja volando por el estacionamiento. Tuvo que reprimir el impulso de soltar una carcajada.

Y de verdad, no había nada por lo que reírse. El cuello de la camiseta de Namjoon estaba estirado y las marcas en su piel estaban allí para demostrar cómo la prenda había llegado a estar en esa condición; además tenía restos de sangre en la nariz, probablemente alguien había tirado de la argolla que le atravesaba ambos orificios nasales. Jaehyun, por su parte, tenía un corte más abajo del pómulo y su cabello, que nunca perdía la forma, apuntaba en todas direcciones.

El peor era Jungkook: sangraba por el labio, tenía un enrojecimiento cerca del ojo izquierdo que ya comenzaba a hincharse y que, sin la menor duda, iba a terminar siendo un hematoma. El daño en sus manos se hacía evidente con cada paso que daba para acercarse hasta donde Mingyu y Taehyung los esperaban. Los nudillos de su mano derecha estaban ensangrentados, pelados e hinchados.

Por alguna extraña razón, a él todo el cuadro le parecía bizarramente sexy.

—Entra al coche, Taehyung, alguien ya llamó a la policía.

Addicted To You ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now