Capítulo 25

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Nos bajamos del coche los dos con el ceño fruncido; yo más que mi padre, creo. Abrió la puerta y escuchamos voces. Cuando llegamos hasta el salón, él se quedó un poco blanco y a mí el escaso ánimo que me quedaba se me esfumó. Las dos mujeres que charlaban tranquilamente en el salón en pijama nos miraron.

Una era la novia de mi padre, por lo que pude intuir cuando se saludaron; la otra, una amiga de ella. Me molesté, sobre todo cuando me miró con una cara que conocía muy bien.

—¿Y este niño? —preguntó con desdén.

—Es...

—Un primo de la familia que se va a dormir, encantado. —Saludé cortésmente y me dirigí a mi cuarto sin detenerme mucho más.

Bastante cansado había llegado como para soportar el mismo teatro en casa; porque sí, era la misma mirada que me habían dado los intelectuales de la comida. Además, esas confianzas de llegar sin avisar y encima traerse a una amiga...

—Cariño, he arreglado la habitación para que se quede ella. —La oí desde la escalera.

Me paré en seco. ¿Perdona? Me dirigí hasta el cuarto y vi que habían sacado mis cosas. Estaban en medio del pasillo como si fuera la basura que había que tirar. Cogí aire y conté hasta diez. Esto no podía ser cierto. Pensé que el día no podía ir a peor. Me agaché para abrir mi mochila y cogí algo de ropa limpia.

Oí a alguien subir las escaleras, pero no me importó. Cerré la puerta del baño y me duché con tranquilidad. Puse el traje con la ropa sucia y, al salir, vi a mi padre parado delante de las escaleras. Tenía cara de culpa.

—Puedo dormir en el coche, no te preocupes. ¿Me das las llaves? —Extendí mi mano, pero me miró espantado.

—No vas a dormir en el coche, Jugnhyung.

—Claro que sí. Dame las llaves, por favor. —El ambiente se había tensado desde que habíamos visto las luces encendidas. Era evidente. Todos en aquella casa lo sabíamos.

—Junghyung —me llamó con seriedad—, pue...

—¿Dónde? ¿Dónde quieres que duerma? —espeté—. Han sacado mis cosas del cuarto. Que yo sepa, no tienes más habitaciones en este hotel. Las dos arpías esas están ocupando el salón y, para colmo, el sillón con sus estúpidas conversaciones. En tu cama no hay sitio, y en el resto de la casa para mí tampoco. Me quedan tres opciones: dormir en el suelo, dormir en el suelo de fuera o en el coche. Elige. —Me crucé de brazos.

—Junghyung, no hables así. Y tampoco la insultes. Ella ni siquiera sabía que...

—¿Qué más da si lo sabía o no? Yo no llego a una casa y tiro al pasillo lo que me encuentro. Podía haber preguntado. —Hice énfasis—. Ni siquiera es su casa. —Levanté los brazos.

—Es mi pareja y, por tanto, es su casa.

—¡No es su casa! —exclamé—. Es tuya. Ella no la comparte, te la quita. Solo me han bastado dos segundos para saber qué clase de persona es.

—Jugnhyung, basta —me habló con severidad.

—Estoy seguro de que hasta usa el dinero de tu tarjeta. ¿Dónde estaba? ¿Se lo pagaste tú?

—¡Junghyung! —me gritó.

Yo me sobresalté. Era la primera vez que lo oía gritar con ese tono. Lo miré por última vez, en silencio y enfadado, y di media vuelta. Quizá me había pasado, pero mi padre estaba ciego. Dos segundos había tardado. Dos. Ella era esa clase de gente, y la amiga era del mismo club. Me agaché, cogí las pocas cosas que eran mías de verdad, y pasé por delante de mi padre.

To Mr. Jeon [KookV]Where stories live. Discover now