ch. 009

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐍𝐈𝐍𝐄

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐍𝐈𝐍𝐄
















Maegelle despertó temprano esa mañana, con la noticia de que su madre había dado a luz. No se cambió de ropa, corrió de sus aposentos hacia los de ella y se adentró sin que se le permita hacerlo.

La vio recostada en su cama, temblando aún pese a que la chimenea llameaba alto, las sábanas estaban repletas de sangre y su cuerpo se veía débil, incluso su respiración lucía pausada, para nada tranquila ni de alguien que acabó un buen labor de parto. Observó al Maestre Pycelle preocupada.

─El parto se ha complicado, princesa ─musitó el hombre─, ha dado a luz a una saludable niña, pero el estado de la reina no es... muy favorable.

Maegelle frunció su ceño.

─¿'Elle? ¿Eres tú, mi niña? ─la débil voz de su madre salió de sus labios, haciéndola querer llorar.

─Sí, mamá. Estoy aquí ─musitó, acercándose a tomar su mano y sonreírle. Los ojos violetas de su madre la vieron y una sonrisa se deslizó por su rostro, haciendo que el corazón de la princesa se encogiera.

─Oh... mi dulce niña, es tan lindo volver a verte.

Maegelle quería llorar.

─Lamento no haber venido antes ─musitó ella. Su madre cerró sus ojos sonriéndole.

─Está bien, necesitaba verte por última vez...

─¿Última vez?

Su madre no respondió, el Maestre supo a qué se debía, se había percatado con el transcurso de los meses en que el bebé se fue desarrollando dentro de la reina. Lo débil que se había vuelto. Además del evidente abuso del Rey con su hermana-esposa.

Soltó un sollozo que alertó a Maegelle, su cuerpo se retorció y su mano se aferró a la de su hija con fuerza.

─Duele... demasiado.

Maegelle subió en la cama y levantó a su madre intentando no ejercer demasiada fuerza, la mujer sintió los brazos cálidos de su tercer vástago rodearla con fuerza.

La princesa tragó saliva, evitando ponerse a llorar e intentó sonar lo más tranquila posible.

─Está bien, madre; puedes descansar ahora. Ya has hecho más que suficiente por nosotros ─musitó, recostando su cabeza contra la mejilla de la mujer─, y por todo lo que nos has brindado, siempre te estaré agradecida. Te amo, lamento no haber estado contigo cuando me necesitabas.

Su madre sonrió, enseñándole apenas un poco de su dentadura, sus ojos pesaban y su cuerpo se sentía liviano en la cama. Los brazos de su hija le dieron todo el calor que no sentía de la chimenea, ni de su hermano-esposo.

call of silence.       robert's rebellionWhere stories live. Discover now