ch. 021

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CHAPTER TWENTY-ONE














Toda su vida le dijeron quién debía ser y cómo debía ser, el propósito con el que nació entre el humo y las cenizas de la tragedia de Refugio Estival; Rhaegar Targaryen, nombrado el hombre perfecto de todo Westeros, con una elegancia y porte varonil, con una voz de ángeles capaz de hacer llorar hasta el hombre más duro, con una melancólica mirada y con los valores que lo harían el mejor Rey que se sentó en el Trono en los últimos tiempos. Todos le dijeron que él era la salvación de su propio apellido, que en él reside el héroe que traería hacia Poniente un nuevo sol.

Si alguna vez pensó en él mismo como un héroe, debía de haber sido después de leer la profecía del príncipe prometido. Rhaegar nunca se vio muy distinto de nadie, creció con lo que su madre y los libros le enseñaban, y a diario luchaba con las ideas de su padre: "Los dragones no escuchan a nadie"; "Al dragón nadie le comanda" y un sinfín de locuras en las que nunca fue capaz de creer, cosas que nunca llegó a pensar ni de él, ni de su padre. La gloria de su familia disminuyó cuando los dragones cayeron de los cielos y la magia que los hacía ver como a Dioses, desapareció. En cambio, ahora sólo quedaba regodearse de aquellas épocas doradas en la que nunca habrían sido cuestionados, la locura y la avaricia los convirtieron en una desgracia para sus propios ancestros.

Entonces encontró en esos libros una razón por la cuál perder la cabeza, y no fue muy opuesto a sus ancestros. "El príncipe prometido traerá un nuevo amanecer" había leído, y sin siquiera cuestionarse, consideró que podía tratarse de él. "Ahuyentará al frío que se alzará más allá del Norte" y sin dudas, esa era la única razón por la que puso sus ojos en Lyanna, y fue cruel que sus motivos fueran tan egoístas y sin dudas, narcisistas. Se consideraba a él mismo un héroe, y de héroe no tenía nada.

Era tan pequeño como su padre, como el padre de él y cualquiera que haya estado antes; solo trajo sufrimiento y dolor a toda su gente.

Cuando escuchó la noticia de que Lord Stark, Guardián del Norte y su hijo heredero, Brandon Stark habían llegado a reclamar por su cabeza, no supo si debía alabar su valentía o la estupidez que habían cometido, llegar allí a reclamarle a un Rey tan alejado de lo que estaba bien o mal, que no dudaría un segundo en hacer que les arranquen las extremidades, era algo que lo dejó pasmado. Rhaegar estaba seguro de que ninguno de los dos saldría bien parado de esa situación y si no estaba equivocado, desencadenaría muchas cosas negativas. Para Maegelle especialmente; y todo volvía a deberse a las malas decisiones que él tomó.

La puerta de su calabozo fue abierta y los pequeños rastros de luz que ingresaron, consiguió lastimar sus ojos. Cuando logró adaptarse a ello, los volvió a abrir y sus ojos índigos encontraron los verdosos de Jaime Lannister, quien lo observaba apenado.

call of silence.       robert's rebellionWhere stories live. Discover now