ch. 024

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CHAPTER TWENTY-FOUR








Los gritos de la reina se escucharon por toda la Fortaleza, aferrada a las sábanas de la cama, con la sangre brotando de sus piernas, Robert la observó con miedo, no era la primera vez por la que pasaban por este momento, sin embargo, el dolor de Mae lo asustaba demasiado; gritaba con tanta furia y dolor que logró dejarlo pasmado, inmóvil mientras se empezaba a desesperar con la idea de que, ese niño, se llevaría la vida de la mujer que amaba.

Robert la observó fijamente, atinó a acercarse cuando la escuchó gritar adolorida nuevamente, su cuerpo entero se encontraba mojado por el sudor excesivo de las últimas horas en trabajo de parto. Quitaban el sudor de su frente y hacían un fuerte esfuerzo por hacerla sentir cómoda, pero con cada segundo que pasaba, el enojo comenzaba a sacar lo peor de ella. De modo que incluso los dragones padecían el enojo de la Reina.

─¿Debería hacer algo? ─preguntó Robert a la persona más cercana a ella. Nessa era la única en estar presente en el nacimiento del niño; le dió una mirada lasciva y suspiró con cierta decepción, para ella él seguía siendo el mismo idiota de siempre.

─Sujeta su mano.

Robert, con más dudas que seguridad, se acercó a Maegelle y tomó su mano, ella no lo volteó a ver, estaba demasiado concentrada en traer a ese crío al mundo antes de que decida saltar de la ventana. El dolor se hizo inhumano.

─No puedo hacerlo.

Su voz se quebró mientras tiraba su cabeza hacia atrás, las nodrizas vieron al Maestres y él solamente se sintió agotado de verla en ese estado. El parto se volvió más molesto y complicado que los anteriores.

─Su Majestad, descanse unos minutos ─musitó él hombre.

Maegelle sentía su cuerpo pesado, su respiración subía y bajaba exageradamente, los músculos de sus piernas se encontraban tensos, sus brazos débiles y no estaba segura de dónde iba a sacar fuerza para continuar con la situación.

«Mae» escuchó, haciendo que cierre sus ojos y sonría levemente. Era la voz de Rhaegar; podría reconocerla desde donde fuera, años sin él, y jamás sería capaz de olvidar el timbre de su voz. De la calma que siempre le daba.

«Haēdar» volvió a oír. Maegelle no podía verlo, solamente lo oía en la oscuridad de su propia cabeza. Comenzaba a creer que era producto del dolor por el que estaba pasando. «Estás haciendo un trabajo magnífico, haēdar. Estoy orgulloso de la mujer en que te has convertido». Podría jurar que lágrimas cayeron por sus mejillas.

─Su Majestad, debemos continuar.

Le molestó ser abruptamente traída a la realidad, quería seguir escuchando la voz de Rhaegar, quería verlo otra vez, aunque fuera sólo un segundo.

Los labios de Robert chocaron contra su frente y eso logró despabilar todos sus pensamientos, despejó lo nublada que su mente se sentía y logró hacer que vea con claridad. Maegelle se aferró a la mano de su esposo una vez más, y gimió con fuerza, el Maestre la alentaba a que continúe, las nodrizas veían todo con nerviosismo.

Sus gritos resonaron en los pasillos como ecos interminables, Jaime Lannister debió de mantenerse sereno mientras evitaba entrar allí y pedir que detuvieran esa locura. Sir Arthur parecía calmo, pero esos gritos desgarradores, nunca fueron buenas noticias para su antigua Reina; y temía que ese fuera el caso.

«No sean crueles con Maegelle», rogó Sir Arthur Dayne. «Ya le han quitado demasiado. No a su hijo, no la destruyan así».

─Duele demasiado ─gruñó, mientras hacía fuerza.

call of silence.       robert's rebellionWhere stories live. Discover now