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La luz natural se desvanecía en el oeste y la iluminación amarillenta de la lámpara de mesa encandilaba una cuarta parte de mi habitación, dejando en penumbras los objetos restantes y mi cuerpo tendido sobre mi cama

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La luz natural se desvanecía en el oeste y la iluminación amarillenta de la lámpara de mesa encandilaba una cuarta parte de mi habitación, dejando en penumbras los objetos restantes y mi cuerpo tendido sobre mi cama.

Con el correr de las horas, la promesa de regresar con Bastian para ayudarlo con sus objetos personales se había esfumado como la poca cordura que cargaba en mi sistema. Había optado por quedarme en mi habitación, fuera de cualquier mísero objeto inanimado que me recuerde su trabajo, buscando una escusa entre los nervios que me causaba asecharlo desde la ventana y atisbar como los músculos fornidos y definidos de sus brazos fluctuaban bajo la tela de su ropa, y su sonrisa chispeante producía una reacción positiva en mi sistema.

Si acudía en su ayuda, por más que me exigiera autocontrol o me centrara en como mi padre circulara por su jardín delantero, no podría controlar mi sistema nervioso sin recordar las palabras que Bart se había encargado de colocar en mi cabeza. Según su información cedida, él es un actor muy conocido dentro de la industria del entretenimiento para adultos, tanto que Bart pudo identificarlo a simple vista y, aunque me causaba repudio recordar cómo me había confesado con tanta simpleza que consumía ese estilo de videos, en cierto modo, una parte de mi le agradecía por haberme dado dicha información, mientras que la otra hubiese preferido vivir en un total engaño y saludarlo con normalidad sin que mis mejillas ardieran.

Luego de cenar y escuchar a mi padre entonar con melancolía lo mucho que extrañaba a mis hermanos, quienes ya de adultos se mudaron con sus respectivas parejas dejándome como su única compañía, me encerré en mi cuarto para tumbarme sobre las tibias sabanas blancas y observar entre la penumbra del cuarto el reflejo de los faroles externos ingresar por la ventana. No me sentía con la voluntad suficiente para tomar mis notas de universidad y releerlas, ni tan siquiera investigar sobre las nuevas cámaras que deseaba comprar cuando obtuviera el dinero suficiente y realizar excelentes, y definidas, filmaciones que con mi actual cámara no conseguía.

Expulso todo el aire que retenía en mis pulmones, agitando mis manos que rozaban la almohada bajo mi nuca, y con esfuerzo me elevo hasta quedar sentada sobre la cama. Ya me había duchado, el estomago no me rugía y estaba más que lista para recostarme sobre las sabanas que me invitaban a regocijarme en su suavidad. Pero, por más que lo hiciera, no conciliaría el sueño con tanta facilidad.

Por el rabillo del ojo, tras el cristal de mi ventana, una luz tenue y ambarina ilumina una franja de mi cuarto en penumbras, colisionando contra mi mejilla, y roté mi cabeza en su dirección. Una de las tantas habitaciones de la residencia vecina congeniaba con mi cuarto, produciendo que, cada vez que desplazaba la fina persiana para que ingresara aire fresco, podría observar sin querer la profundidad de su casa.

Su ventana no poseía una persiana que ocultara el interior de la amplia habitación a causa de su mudanza imprevista, y lograba distinguir desde la corta distancia cada objeto que había traído consigo y colocado al lado de su extensa cama oscura. Su cuerpo surgió detrás del muro, manifestando su figura por delante de los cristales invisibles, marchando con lentitud y centrando su mirada irascible en la pantalla de su teléfono celular.

Detrás De Cámaras ©Where stories live. Discover now