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Parte 1/2

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Parte 1/2

- Estas bromeando, ¿verdad?

-Ojalá mintiera, Bart- solté entre risas.

- ¡¿En serio hice eso?!

Su voz gruesa, aun afónica por desgarrar sus cuerdas vocales al vociferar sus canciones favoritas en la noche de su cumpleaños, retumbó en mis tímpanos.

Mierda, él estuvo tan borracho en la fiesta que no conservaba memorias de todo lo ocurrido.

- ¡Que si lo hiciste! - insistí.

- No puede ser cierto.

Oculté una risa sonora entre mis mejillas, notando como nuestras sombras se imprimían en el césped del campus universitario que nos daba la despedida luego de una extensa jornada de estudio. A causa del calor infernal que iniciaba a apoderarse de la ciudad de San Diego, la cámara filmadora que él sostenía entre sus dedos pareció resbalarse, cayendo con lentitud sobre su abdomen y quedando tendida gracias a la correa oscura que envolvía su cuello, y sus ojos añiles se extendieron.

- Y no solo vomitaste dentro del coche del camarero con el que te acuestas, sino que te desnudaste y estuviste a nada de enseñarle tu pene a todos - comenté con falso disgusto, sintiendo como la risa deseaba inundar mis facciones.

- ¿Mi pene? - su rostro sorpresivo cubrió todas sus facciones -. Mierda... Espera. ¿Mi pene flácido o erecto?

Inquirió repentino, causando que una risa se escurriera entre mis labios.

- ¿Yo cómo voy a saberlo? - lo divisé atónita.

- Me estás diciendo que quería mostrar el pene - apuntó su zona íntima y descarrié mi visión a la gran avenida pronunciada -. Seguro lo viste - espetó.

- No te he visto nada, maldición - realicé un mohín de inquietud.

- Lo dices como si verme desnudo es lo más asqueroso que has visto, y te recuerdo que estuviste en contacto con el pequeño miembro de Nicolás por seis meses - se reacomodó la cámara filmadora y una sonrisa jocosa se desprendió de sus labios.

- Dios, ni siquiera me lo recuerdes.

- Lo haré por haber hecho ese gesto de asco a mi pene.

Volvió a puntear su entrepierna.

- Basta ya - pedí entre risas.

- Tu karma será tenerme para siempre solo para recordarte que te gustaba ese idiota. Al final, para eso estamos los amigos: nos recordamos las desgracias mutuamente -palmeó mi hombro.

- No lo harás si me muero primero - afronté divertida.

- Dudo que te mueras primero. Lo más probable es que yo me muera de un paro cardiaco a los cuarenta años o muera de tristeza mirando alguna telenovela turca que suelen pasar por las tardes en la televisión.

Detrás De Cámaras ©Where stories live. Discover now