22

12K 615 400
                                    

Cuando me asomé ante la puerta de Alice y vi el modo en que Ax incrustaba sus colmillos en los delicados y sinuosos pechos de Deva, una lenta aura incineró mi piel, consumiéndome hasta que mis ojos perdieron el enfoque y mis extremidades tomaron e...

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Cuando me asomé ante la puerta de Alice y vi el modo en que Ax incrustaba sus colmillos en los delicados y sinuosos pechos de Deva, una lenta aura incineró mi piel, consumiéndome hasta que mis ojos perdieron el enfoque y mis extremidades tomaron el dominio de mi cuerpo.

Me había poseído una bestia indomable y sanguinaria, cegándome al reclamar mi posesión más preciada, y me había importado tan poco desfigurarlo para ver cómo las grietas de sus mejillas se untaban con sus propias secreciones escarlatas. Aquel rostro endiosado amoldado a su conveniencia se había desvanecido en mis mudillos pálidos y carcomidos por mi fuerza bruta, y no sabía si se repondría con tiempo para la que debería ser mi próxima grabación programada. Ahora suya.

Lo habría matado por tomar lo que era mío.

Pero no podía dejar que otra vez mi impulso me dominara. No podía volver a caer en aquel pozo que fue uno de los partícipes en hacerme salir de Los Ángeles para retomar la vida que de niño disfrutaba en los suburbios. Tampoco podía dejar que uno de ellos me ganara una vez más solo para ver hasta qué punto Hanx cuidaría de su favorito.

Pero eso era exactamente lo que Ax buscaba. Necesitaba desestabilizarme como en aquel siete de marzo cuando David Fitch, un actor novato, cayó en coma. O, mejor dicho, lo induje en un coma.

Él quería volver a recrear la escena en donde mis puños se impactaban con tanta fuerza en su cráneo que la sangre se desplegaba por todo el set de grabación hasta salpicar mis facciones. Rememoraba los hechos como un recuerdo difuso, ni siquiera me resonaba como había sucedido o como había acabado. Solo inmortalizaba la sensación de adrenalina que me había recorrido los dedos cuando reaccioné ante lo que había hecho y cuando fue tarde para remediarlo. Igual que hoy.

No obstante, ahora me encontraba tan enojado que era capaz de girar el volante solo para regresar a la casa de Alice y terminar con destrozar su rostro. Sentía la ira burbujear en mis venas, la cólera desprender humo por mis oídos y mis ojos inyectados en una rabia que ansiaba desquitar con lo primero que se me cruzara en el camino.

– ¿Estás bien?

La apacible y metódica voz de Deva me hizo tornar a la realidad donde el pavimento oscuro de la carretera se iluminaba con las bombillas de mi coche y mis dedos envolvían el volante con fuerza. Sentía la rabia carcomer mi cabeza y no podía evitarlo, ni siquiera notando a través de mi espejo retrovisor el pequeño bolso oscuro que había cargado conmigo en estos últimos días desde que me hallaba en Los Ángeles.

Aun no podía creer que haya conducido ciento noventa kilómetros en una hora solo para sacarla de ahí.

– ¿Tu qué crees? – respondí severo, divisándola de soslayo.

Su cuerpo semidesnudo descansaba en su respectivo asiento, el mismo que ella había marcado como suyo y el cual amoldaba bajo su piel cremosa. No se había colocado su ropa, y pese a que ansiaba preguntar, también me calmaba el hecho de que se sintiera cómoda de esa forma conmigo.

Detrás De Cámaras ©Where stories live. Discover now