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Con mis dedos cubriendo mi visión a causa del sofocante sol me aproximé a su coche estacionado en su garaje abierto con los nervios a flor de piel, pero ansiosa por partir a donde él planeaba llevarme

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Con mis dedos cubriendo mi visión a causa del sofocante sol me aproximé a su coche estacionado en su garaje abierto con los nervios a flor de piel, pero ansiosa por partir a donde él planeaba llevarme. Desconocía los planes de Bastian luego de que me invitara de imprevisto a salir con él luego de la abrumadora escena con mi expareja en el campus universitario, con el propósito de grabar más contenido para mi proyecto final por supuesto, y me carcomía el cerebro indagando en que sitio remoto de la ciudad iríamos o que lugares curiosos visitaríamos para poder captar sus mejores ángulos, alterando cada pequeño rincón de mi cuerpo.

Estaba contenta por verlo y no solo para grabar su cuerpo, o pensar en él toda la noche, sino para introducirme en su privacidad donde era bienvenida, donde me permitía conocer de a poco su historia remota en su antigua residencia y la calma que trascendió en su vida. Quería deducir sus demonios más arcaicos y novatos hasta conocerlo en todo su esplendor, porque por más que su personaje sádico emergiera a la superficie para hablarme, sabía que su verdadera identidad permanecía estancada en el fondo de su propio océano.

También, conocía que en esta ciudad él no había grabado hasta la fecha una película erótica, o lo intuía luego de estar fuera de la urbe por quince largos e importunados años, y eso me generaba dudas en si él reconocía los sectores nuevos, así como rememorar su niñez vagando por sitios ya abandonados sin tener un mapa digital a mano. Sin embargo, quería ver que me deparaba el destino a su lado.

Con mis pertenencias en un delgado bolso y mi padre notificado de mi acompañamiento, mis ojos entornados por la luz solar escaneaban las siluetas de mi cuerpo a través del cristal polarizado de su coche. Mientras esperaba a que emergiera de su casa, luego de haber quedado a una hora exacta mediante mensajes, recorría mi blusa de tela fresca al igual que mi vaquero rasgado corroborando que ningún color prohibido se exhibiera con naturalidad.

Me hubiera gustado utilizar tonalidades verdosas para notar su enojo y pronosticar como canalizaba su cólera en deshacerse de mi ropa para castigarme con gemidos que inundarían el interior de su coche. Pero al pensarlo, mis mejillas se acaloraban evidenciando mi nerviosismo.

Al mismo tiempo, vislumbré el chupetón oculto tras la base de maquillaje. Comenzaba a desvanecerse al utilizar un cepillo de cerdas anchas para que su circulación y desaparición apresurara su curso, pero lo ocultaba para no levantar sospechas. Ahora, Bastian me debía una nueva base de maquillaje, y quizás se había ganado un sermón de castigo por su descuido.

La puerta de su vivienda se abrió repentina cuando mis dedos acomodaban las tiras de mi blusa y tragué grueso por acto reflejo. Su cabellera sedosa, dorada y opaca planeaba con la brisa primaveral y se alojaba tras su coronilla, dejando descansar algunas hebras rebeldes en su semblante. Su playera oscura se ajustaba a sus músculos fornidos como una primera piel enmarcando sus abdominales y cuando sus brazos se elevaron para obstruir la entrada, sus bíceps profundamente trabajados se removieron bajo la tela como un espectáculo seductor.

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