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Parte 1/2

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Parte 1/2

Inspeccioné mi disfraz una última vez antes de abrir la puerta de entrada. Bastian se hallaba afuera esperándome dentro de su Nissan oscuro para poder acudir a tiempo a la gran fiesta de cumpleaños de Bart. Lo sabía por como las luces de su coche se embutían por debajo de la puerta de ingreso, y mis nervios se acrecentaban a pasos descomunales.

La última vez que lo vi fue el día de la grabación del hotel, y luego, tras su repentino llamado donde me descubrieron nadando en su piscina y que, hasta hoy, jamás supe cómo me había pillado en su propiedad, intuía que si lo volvía a ver no controlaría mi sistema cavernoso.

Él había sembrado un deseo que crecía cada vez que recordaba su nombre, y cuando le había comunicado por mensaje que quería ser castigada por no enviarle mensajes, no estaba bromeando; realmente buscaba la manera de que volviera a su hogar y estuviera conmigo un poco más de tiempo, y no perdido en el horizonte donde su paradero era un misterio sin resolver.

– Por suerte te hice regresar – murmuré con una sonrisa alegre en mi rostro, porque estaba feliz por volver a verlo.

Mi reflejo en el gran ventanal de la sala de estar esparcía mi figura tras la penumbra del jardín delantero, consiguiendo distinguir con precisión el vestido de seda roja que él me había regalado hace un par de días atrás.

Aquel día que recibí su obsequio, no contuve mis deseos y me probé el vestido. Mis mejillas se ruborizaron al notar como su costura delineaba la curvatura de mi cintura, transitando mis piernas y deteniéndose al filo de que mi trasero sea expuesto. La tela fina y fría enseñaba la sutileza de mi abdomen y la voluptuosidad de mis pechos, como si solo pudiera utilizarlo como un pijama erótico.

Cuando me observé en el espejo, en lo único que conseguía pensar era en Bastian escogiendo el vestido indicado que haría relucir mi piel, y al especular en que él me había imaginado modelando el vestido solo para su exclusividad, un ardor me recorrió el abdomen hasta concluir en mi entrepierna.

Me lo había puesto esta noche, y lo había decorado con accesorios distintivos en color dorado, algunos lazos de cuero que recorrían mi cintura y envolvían el contorno de mis pechos hasta concluir en mi dorso, y una larga espada de plástico que tendía de mi cadera para conseguir camuflar la prenda y convertirla en un disfraz de pirata momentáneo.

Ubicando un gran sombrero pirata carmesí que había adquirido en un cotillón sobre mi cabeza, procurando que mi delgado mechón de cabello blanco se exhibiera y contrastara con el maquillaje exótico y provocativo que adornaba mis facciones, inhalé con aprieto por mis fosas nasales.

Con la decoración excesiva se hallaba su regalo, y confiaba en que él no se daría cuenta de que lo usaría esta noche, pese a que me había dejado claro que quería ver como lucia la tela rojiza solo en su presencia.

No se daría cuenta, ¿verdad?

De igual forma no me importaba. Era un regalo, y lo usaría cuando quisiera.

Detrás De Cámaras ©Where stories live. Discover now