11

14.3K 862 172
                                    

Parte 1/2

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Parte 1/2

Descendí del coche, alojando mis pies sobre el amplio estacionamiento abandonado y cegado por los destellos del sol que impactaban en el cristal de mis gafas, mis ojos se posaron en la inmensa arquitectura incrustada a solo metros de nuestro paradero.

El parque de atracciones abandonado descansaba en su soledad bajo la enorme esfera de calor que iluminaba sus atracciones mayúsculas, las mismas que sobrepasaban los límites del ingreso, enseñando como los cubículos de la rueda de la fortuna lejana se balanceaban por la brisa primaveral y chirriaba gracias a sus engranajes oxidados, y parte de la gran montaña rusa se había convertido en una simple decoración.

La estructura plástica y clásica de payaso que decoraba el contorno de la entrada bordeando los vidrios escabrosos de las taquillas, así como papeles de diario esparcidos por el pavimento, había perdido su encanto. Había renunciado a sus colores vivos para innovarse con la suciedad del campo desértico que lo cercaba, al igual que las temperaturas a las que se exponía a diario.

Un suspiro agobiado se escapó de mi garganta y una pizca de melancolía recorrió mi rostro. Estaba al tanto, gracias a internet, de su clausura hace más de cinco años. Pero al verlo de cerca, no era como lo recordaba de niño.

Solía visitar este espacio recreativo con mi familia mucho antes de partir a Los Ángeles, y cada vez que le anunciaba a Deva a través de la ventana de mi habitación que nos iríamos al parque, su rostro se iluminaba porque sabía que ella siempre estaba invitada a nuestros pequeños viajes. Además, ni sus padres, así como los míos, jamás pudieron decirle que no a ninguno de sus caprichos, acto que al ver su rostro años después, iniciaba a comprender. Mierda, tampoco podía decirle que no a esos hermosos ojos color avellana.

Cuando nos acompañaba solía obligarla a introducirse en la casa de terror solo para notar como su rostro empalidecía, y ella exigía salir de la atracción porque cabía la posibilidad de que vomitara su almuerzo por encima de los zapatos de cualquier persona que también estuviera disfrutando de la atracción. Me reía, pero siempre terminaba regañado por mi padre.

Peleábamos por quien conduciría el carrito de los autos chocadores y discutíamos cada vez que queríamos palomitas de maíz porque nuestros gustos no congeniaban y, aun así, ella me había borrado de su mapa mental actual.

No la culpaba, cambiamos demasiado en estos quince años y éramos muy pequeños para que situaciones tan banales permanecieran en nuestro cerebro. Podía asegurar que había olvidado parte de mi infancia, a algunos antiguos compañeros de colegio y antiguos vecinos que ya no pertenecen a este plano astral. Sin embargo, yo jamás la había olvidado.

¿Cómo olvidarme de la niña que siempre me sonreía con lágrimas en sus ojos cuando la defendía de otros niños por tener el cabello más llamativo y fascinante que había visto en toda mi vida? Ella era única, y lo seguiría siendo mientras la admirara con mis propios ojos.

Detrás De Cámaras ©Where stories live. Discover now