Capitulo 29

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Según Kendall, la recamara de Louis era como la de una señora amargada y exageradamente pulcra. Con su enorme cama bien tendida de colchas pomposas y lisas, un sillón tipo Luis XIV, nada cómodo a simple vista, un enorme librero saturado de obras que iban desde famosos cuentos hasta enciclopedias del psicoanálisis más complejo, también, había un escritorio con más libros, revistas, cuadernos, y una pequeña computadora portátil. Y por último, más al fondo, al lado de un gran ventanal, un pequeño tocador con un par de portarretratos, demás artículos y varias figurillas de animales salvajes.

Kendall se echó en la alfombra marrón, observando debajo de la cama.

― ¡No puedo creerlo! – Gimió sorprendida – No hay nada debajo, ¡qué raro eres!

― ¿Pues qué esperabas encontrar?

―Es que es una ley: debajo de cada cama debe haber un descenso al infierno. La mía, por ejemplo, parece que va directito a los aposentos de Satanás – Ambos soltaron una larga risotada ― ¡Ah ya sé!, tú prefieres aprovechar el espacio para esconder a alguien en un momento de emergencia.

Louis se coloreó, ensanchando sus ojos.

― ¡Claro que no!

― ¡Te has puesto como tomate!, ¡Sí lo has hecho!

― ¡No!

― ¡¿No me digas que eres virgen?! – Louis le tapó la boca, enrojecido hasta la punta de los cabellos. Kendall ya se carcajeaba.

― ¡Me babeaste la mano! – Se quejó, limpiándose en su pantalón.

― ¡Contéstame! – Exigió entre risas – Seguramente también te han babeado otras partes – Y se desatornilló de la risa. El castaño cedió a su contagiosa alegría ante semejante comentario.

―Ya cállate Kendall, si no, no te lo diré – La morena guardó la compostura de inmediato y se incorporó limpiándose las lágrimas.

―Venga pues, respóndeme, ¿eres virgen? – Louis bajó la mirada con un suave candor en sus mejillas. Negó sutilmente. Kendall encaró una ceja expresando una mueca indescifrable; con seriedad absoluta y una pizca de amargura habló usando su típico acento grave – Fue con un hombre, ¿verdad? – Louis alzó la mirada azul muy asombrada, y por su semblante, Kendall obtuvo la respuesta – Acaso, ¿ése hombre no fue Harry?

El jovencito no se indignó, al contrario, sonrió ligera y naturalmente.

― ¿Tú también te creíste de los chismes que pululaban en la academia?, ¿Ó supiste de la confesión de Anne?

―Un poco de las dos – Louis asintió ― ¿Entonces? – Siguió la morena, ansiosa.

―Sí, es cierto – Kendall sintió un frío vacío en el estómago – Fue con un hombre – Compuso el castaño – Pero no con Harry, él siempre fue mi amigo y nada más.

―Bueno... ― Kendall volvió a sonreír, con el ánimo restablecido – Perdón por mi intrusión, no tenías por qué decirme.

―Eres mi amiga, por ti estoy aquí, lo mínimo que puedo hacer es hablarte con la verdad – Conmovida, la muchacha le sujetó las manos.

―No, no quiero que te sientas en deuda conmigo, no tienes compromiso alguno – Su dulce sonrisa cambió a una traviesa – Pero ya hondando en el tema, dime, ¿quién fue el que se llevó el premio? ¿Lo conozco, estudia en bellas artes?

― ¿Premio, cuál premio? – Louis fingió demencia, mordiéndose los labios para no reír.

― ¡No te hagas el inocente! ¿quién te quitó lo puro y casto?

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