Capítulo 53

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Parte 3

Kendall lucía bastante bonita con el vestido turquesa que le había obsequiado para esa noche en especial. El nuevo corte de cabello resaltaba sus grandes ojos cafes, y el maquillaje suave hacía lo propio con las facciones. Ahora lo que más llamaba la atención de ella era su sonrisa sincera, y el que anduviera del brazo de un atractivo hombre.

En la mesa de bebidas, Jay Tomlinson recogía un par de copas de champagne mientras hablaba animosamente con su amigo David; ambos reían y saludaban a los nuevos invitados. Todo era gala, una celebración. El lugar estaba espléndido, con el lago como paisaje, la fiesta se llevaba a cabo en los bellos jardines de la residencia.

Louis observaba complacido cada detalle desde un amplio ventanal, identificando a sus conocidos, preguntándose quiénes serían los extraños. Vio a Des Styles hablando con su joven pareja y a Liam Payne entrando por los grandes portales, vestido igual de impresionante que siempre, llamando la atención con su sofisticada figura.

— ¿Cómo es que lo dejaste ir? — Una aterciopelada voz le hizo respingar en abrupto. Había estado tan perdido en sus divagaciones que no sintió la presencia de alguien más. Giró el cuello en dirección a la jovencita recién llegada. Era rubia, con una pesada mata de cabello lacio, los ojos celestes más bellos que jamás vería y de rostro hermoso. Una bella y muy conocida cara. —Míralo, tan guapo y elegante. Y sigue enamorado de ti.

Louis rió suavemente, desdeñando el comentario.

—Para ya con eso. Cada vez que lo ves me dices lo mismo; puedes llegar a ser muy odiosa, ¿sabes? — Ella se carcajeó en respuesta. Lo abrazó efusiva y depositó un beso en su frente despejada.

—Perdóname. Hoy es el día que tanto esperabas, tienes que disfrutarlo. ¡Prometo que me comportaré! Además, estoy vestida como toda una dama, ¡mírame! — Abrió los brazos en señal de apreciación. Louis asintió, lleno te ternura. —Y tú... te ves lindísimo. Ésta noche serás el centro de atención. — Le cogió del antebrazo, guiándolo hasta la salida. —Vamos, no te sonrojes, ¿te pondrás nervioso en el discurso? ¿No, verdad? Yo estaré a tu lado, y también me lo he aprendido. Si tienes problemas con la emoción, intervendré tan natural que nadie se dará cuenta. ¿Te parece, hermano?

Louis frunció el entrecejo. ¡Claro que no tendría problemas con el discurso!, le había salido directo del corazón. No eran palabras burdas y vacías que se olvidarían si no las releía con frecuencia; los ojos límpidos de la joven le mataron el reclamo, y al final, sólo brotó un suspiro de sus labios.

—Por supuesto que sí, Felicite.

Desde el balcón del segundo piso, Louis se perdió en la contemplación del restaurado lugar: Las aristocráticas escaleras se curveaban suavemente, cubiertas por una fina alfombra dorada que descendía hacia el recibidor. El enorme candelabro de araña había sido lustrado en cada uno de sus cristales, y la luz que entraba por los grandes ventanales, rebotaba en ellos, bañando la estancia con destellos y halos del sol. No había allí, ni una sombra que le recordara la residencia como la conoció; el resplandor era su principal característica. Pero no había sido fácil arrancarle la oscuridad que nacía desde su mismo corazón.

Zayn le había pedido que hiciera algo con el lugar, aún lo recordaba nítidamente: sus ojos miel brillando como el acero, casi suplicando. Él había accedido en medio del temor, sus palabras habían sido de advertencia, y aunque le obsequió la residencia, y le dijo con embriagadora claridad que lo amaba, todo su ser gritaba: Me marcho, te abandono.

Al final, su sospecha se volvió realidad. Zayn se fue, y nunca volvió.

Se quiso volver loco, lo reconocía. Intentó contactarlo, intentó hacerlo volver, con vergüenza memoró las bajezas que cometió a raíz de la desesperación, el río de lágrimas, la depresión que le halaba al abismo. Pero Zayn siguió ausente, y Louis sólo conservó fotografías y escenas de él en su mente, una vieja llave, y un montón de dinero que ni en cinco vidas podría gastar.

Prison loversWhere stories live. Discover now