Capítulo 50

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Louis observaba con demasiado interés el vapor que desprendía su taza de café; sentado en un cómodo sillón, aferrado a sus pensamientos y con evidentes signos de preocupación, se mecía lentamente, a punto de soltar el llanto. Podía sentir la presencia de Liam muy cerca, y su mirada oscura, clavada sobre su ser como un cuchillo.

Los minutos pasaban hasta convertirse en horas. Angustiosas horas. Café tras café, cambios constantes de posición para que las piernas no se le entumieran y la vista dirigida hacia un largo pasillo blanco, cerrado por las típicas puertas hospitalarias. Louis se masajeó el antebrazo, justo en la zona donde la enfermera le había pinchado para extraerle una dosis de sangre; sonrió, melancólico, ¿quién iba a pensar que tenían el mismo tipo de sangre? Su garganta emitió un ligero y tortuoso sollozo. Louis cubrió su rostro con las manos, incapaz de soportar el dolor que martillaba por todo su cuerpo.

Sintió un cálido aliento, seguido de una caricia insegura, Louis destapó la cara. Liam estaba en cuclillas, dueño de la expresión más humana; sufría, a un palmo de distancia, no había tinieblas que le escondieran. El jovencito quiso decir algo, pero la garganta cerrada por la angustia no se lo permitía, Liam pareció entender y limpió el rostro húmedo por las lágrimas.

— ¿Estás cómodo? ¿Quieres que te traiga algo más? —Se ofreció, viendo la bata provisional con la que se había vestido. El castaño negó con la cabeza.

—Estoy bien — respondió secamente; ladeó el rostro, la preocupación en cada una de sus facciones — ¿Él lo estará? — Sopló, exhausto — quizá debimos llevarlo a otro hospital... — Por acto reflejo, Louis dio un veloz escrutinio a su alrededor, algo desconfiado.

—Es el mejor hospital privado de Londres, puedes estar tranquilo.

Apretó los labios al tiempo que su corazón brincaba con ímpetu: no confiaba en Liam, y allí residía su titubeo, no en la ineficacia del lugar. Al parecer, el hospital era el mismo que solía frecuentar el moreno, y el médico que atendía en ése preciso instante a Zayn, era el médico de cabecera de Liam. ¿No era aquello, una situación bizarra?

—Sé lo que estás pensando — Susurró, sonriendo apenas — ¿Estarás más sereno si te juro que no intentaré nada contra él?

Las mejillas pálidas enrojecieron, y sus ojos azules divagaron en el piso blanco y exageradamente brillante.

— ¿Por qué?

«Porque tiene capturada a Daela, a mi preciada nana», reflexionó el decirle, pero pronto dio cuenta que algo más flotaba en la superficie: el deseo de recuperar a Daela no era la única razón.

—Lo amas — Aseguró Liam con la voz enronquecida — y él a ti. — Se sobó la frente, sin apartar la mirada. —Nunca pensé que él sería capaz de hacer algo así...

Louis frunció el entrecejo, liado.

—Yo no le disparé, Louis... fue Niall. No nos dejaba acercarnos a la cabaña, pero a Zayn no le importó, ni siquiera lo meditó... se le fue encima para distraerlo y que así yo pudiera someterlo... luego, cuando menos acordé, se había metido a ese infierno para buscarte.

Acarició los temblorosos hombros del menor, dándose un tiempo para continuar.

—Te amo, de verdad. Aunque últimamente me he comportado como todo un cabrón, mis sentimientos por ti no han cambiado. —Louis se encogió en el asiento, escondiendo sus suaves facciones entre la melena de cabello negrecido por el fuego. — Fue mi culpa, yo te arrinconé a ésa situación... si algo te hubiera pasado, yo... — Exhaló una gran bocanada de aire — Perdóname, por favor — rogó, pasando los mechones de pelo detrás de las orejitas — Veme a los ojos y dime que no me odias, Louis... lo siento tanto, pequeño...

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