Liam

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Geoff Payne era un hombre de casi sesenta años, sin llegar a aparentarlos. De estatura más que considerable, cuerpo sólido, saludable. Y apariencia soberbia. Sus ojos oscuros parecían hechos de vidrio; siempre fijos, indolentes, sin brillo ó candor. Las clásicas líneas del tiempo a lo largo de la comisura de la boca, eran inexistentes, como si a lo largo de su vida hubiese sonreído poco, muy poco. En contraste, su amplia frente, llena de arrugas y ceño siempre fruncido daba la impresión de un hombre circunspecto e inteligente. Geoff Payne, poderoso entre los más poderosos y respetado como pocos. Conocido también por su mano de hierro cuando las reglas que se regían en el hampa eran quebrantadas. Su intrínseco aplomo terrorífico en aquél momento había desaparecido por completo, y una rabia, que nunca imaginó llegar a experimentar, le estalló en el pecho, recorriendo el veneno por el resto del cuerpo. Su cabello oscuro con algunas hebras plateadas, se regaban por el rostro rojo y contorsionado por la cólera. Geoff mostraba los dientes con fiereza mientras escupía insultos a un joven agazapado en el suelo, qué llorando con un dolor impresionante; emitía lamentos que se escuchaban por toda la estancia, y probablemente, fuera de ésta también.

― ¡Te odio!, ¡Serás maldito, te odio con todas mis fuerzas! – Le increpó el joven entre el llanto sofocante, limpiándose las lágrimas y la sangre qué de varias heridas en el rostro, emanaba. Mal herido y angustiado, se puso de pie con admirables esfuerzos y envalentonado se dirigió con apremió a la figura imponente de Geoff ― ¡Voy a matarte! – Le sentenció, dispuesto a oprimir el fuerte cuello del hombre hasta asfixiarlo. Hasta agotar la última porción de aire en sus pulmones.

Geoff sujetó las manos temblorosas y le soltó una fuertísima bofetada, abriendo una herida más en la suave carne del muchacho. Tirado en el piso alfombrado, Liam lo miró con los ojos rojos, ardiendo de furia y desesperación. Humillado, terminó por girar la cabeza topándose con su reflejo en un hermoso espejo de bordes áureos y plateados. Ahí estaba Liam Payne, con el cabello despeinado, la cara sangrienta, la nariz fracturada y los labios hinchados. Vestido con ropa hecha jirones, lleno de lodo, sangre y lágrimas.

― ¡Debería darte vergüenza, mocoso engreído!, ¡Fugándote con una puta, has dado mucho de qué hablar! – Geoff golpeó el puño con desmedida fuerza sobre el escritorio. Los papeles brincaron y el monitor de un computador se precipitó hasta el suelo, estrellándose con un ruido sordo.

― ¡Danielle no es ninguna puta! – La defendió, hablando en presente, todavía se rehusaba a perderla.

― ¡Debí matarte también a ti! – Le apuntó con el dedo índice ― ¡Eres débil, como tu madre!

― ¡No hables de mi madre!, también la mataste... destruyes todo lo que tocas – Gimió bajito y comenzó a llorar de nuevo. Geoff le observó con renovada ira.

― ¡Yo no la asesiné! Ella decidió tragarse todas esas pastillas... se suicidó porque así lo quiso.

― Dani... y el bebé... Ellos eran inocentes, ¿por qué, Geoff? ¿por qué? – Liam se retorció de dolor.

― Ingrato, ¿no te das cuenta que hubieras arruinado tu vida junto a esa zalamera y su bastardo? – Su voz se llenó de energía ― ¡Apenas tienes veinte años!, reinarás un imperio junto a alguien importante como tú, fuerte y de belleza incomparable. ¡Tu destino no era al lado de una zorra aprovechada, muerta de hambre y sin importancia!

― ¿Por qué los mataste? – Insistió sin convencimiento por la respuesta de su padre. El hombre suspiró, entrecerrando peligrosamente sus ojos oscuros.

― Me desobedeciste... te dije que te alejaras de ella o lo lamentarías. Me retaste, por primera vez en tu vida te atreviste a desobedecerme, es tu castigo por ello. Una lección que no olvidarás. Mis advertencias no son juegos, Liam.

Prison loversWhere stories live. Discover now