XIV

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Continúan avanzando hacia la sala donde se dividen las reses. A través de una pequeña ventana cuadrada, pueden ver una sala más estrecha pero igualmente blanca e iluminada que las anteriores. Dos hombres vestidos con el equipo reglamentario, pero con cascos y botas de plástico negras, están utilizando motosierras para cortar los cuerpos por la mitad. Llevan viseras de plástico que cubren sus caras y parecen estar concentrados en su tarea. Otros empleados están revisando y guardando las columnas vertebrales que fueron retiradas antes del corte.

Uno de los sierristas, Niki, lo mira pero no lo saluda. Él sabe que su presencia siempre altera a Niki. Trata de evitar encontrárselo, pero resulta inevitable.

Explica a los candidatos que después del corte, las medias reses se lavan, inspeccionan, sellan, pesan y se colocan en la cámara de oreo para que reciban suficiente frío. Uno de los candidatos pregunta si la carne no se pone dura debido al frío. Él les explica los procesos químicos por los cuales el frío ayuda a que la carne quede tierna, mencionando palabras como ácido láctico, miosina, ATP, glucógeno y enzimas. El otro candidato asiente como si entendiera.

Finalmente, menciona que su trabajo termina cuando las diferentes partes del producto son transportadas a sus respectivos destinos. Luego, concluye el recorrido y sale a fumar.

Niki deja la motosierra en una mesa y lo vuelve a mirar. Él sostiene la mirada porque sabe que hizo lo que debía hacer y no siente culpa. Niki trabajaba con otro sierrista al que le decían Jay, era como una enciclopedia. Sabía el significado de palabras complejas y durante los descansos siempre estaba leyendo un libro. Al principio, se reían de él, pero luego Jay les contaba el argumento de lo que leía y todos quedaban fascinados escuchándolo. Con Niki eran como hermanos. Vivían en el mismo barrio, sus esposas e hijos eran amigos. Llegaban juntos al trabajo y formaban un buen equipo.

Pero Jay comenzó a cambiar, poco a poco. Al principio, solo él lo notó. Lo veía más callado. Durante los descansos, se quedaba mirando las jaulas de reposo del ganado. Bajó de peso, tenía ojeras. Empezó a tardar más en cortar las reses. Se enfermaba y faltaba al trabajo. Un día, él confrontó a Jay y le preguntó qué le estaba sucediendo, pero Jay respondió que nada. Al día siguiente, pareció que todo había vuelto a la normalidad y durante un tiempo él pensó que estaba bien.

Hasta que una tarde, Jay anunció que tomaría un descanso, pero se llevó la motosierra sin que nadie se diera cuenta. Fue a las jaulas de reposo y comenzó a abrirlas. Cualquier operario que se acercaba para detenerlo era amenazado con la motosierra. Algunas cabezas lograron escapar, pero la mayoría se quedó en las jaulas. Estaban confundidas y aterradas. Elenci les gritaba: "No son animales. Los van a matar. Corran. Tienen que escapar", como si las cabezas pudieran entender lo que les decía.

Alguien logró golpearlo con un mazo y cayó inconsciente.

Siente la carga emocional y el peso de la tragedia en su vida. Aunque ha intentado encontrar una salida a través del odio o la ruptura emocional, no ha logrado experimentar esas emociones de manera plena. La pérdida de su hijo ha dejado un vacío profundo en su interior, y lucha por encontrar una forma de lidiar con el dolor y seguir adelante.

El despido de Jay y su trágico final han dejado un impacto significativo en su vida. Aunque respeta la rabia y el odio de Niki hacia él, también se preocupa por cómo esto puede cambiar en el futuro. La presencia constante del odio es lo que le da fuerzas para seguir, pero teme el momento en que esa fuerza se desvanezca y se encuentre en un estado de desolación total.

Se plantea la difícil pregunta de a quién culpar por la muerte de su hijo. Ha intentado dirigir su ira hacia diferentes direcciones, como a Dios o a la humanidad en general, pero se da cuenta de que estas formas de odio no le brindan la solución que busca. Se enfrenta a la realidad de que la muerte súbita no puede ser culpada a alguien específico, y esto le genera una sensación de impotencia.

A pesar de su deseo de colapsar emocionalmente como Jay, encuentra que su propio derrumbe nunca parece ocurrir por completo. La lucha interna continúa, y sigue buscando una manera de encontrar consuelo y superar la tragedia que ha marcado su vida.

Es importante destacar que, en situaciones difíciles como esta, buscar apoyo emocional y profesional puede ser de gran ayuda para lidiar con el dolor y encontrar una forma de avanzar en el proceso de duelo.

El otro está callado, con la cara pegada a la ventana, mirando cómo cortan en
dos los cuerpos. Tiene una sonrisa que ya no disimula. Él quisiera poder
sentir eso. Quisiera poder sentir felicidad, o excitación, cuando decide
ascender a un operario que lavaba la sangre de los pisos a clasificar y guardar órganos en cajas. O quisiera, al menos, que todo le resultase indiferente. Lo mira mejor y ve que el otro tiene escondido un celular que disimula con la campera. ¿Cómo es posible si los revisa la gente de seguridad, les piden los celulares y les avisan que no pueden filmar ni sacar fotos? Se acerca y le saca el celular. Lo tira al piso, lo rompe. Lo agarra del brazo con fuerza y le dice al
oído con rabia contenida: «No vengas nunca más. Voy a mandar tus datos y tu foto a todos los frigoríficos que conozco». El otro se da vuelta y en ningún momento hay sorpresa, ni vergüenza, ni palabras. Lo mira con descaro y le sonríe.

delicioso cadáver - nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora