XVIII

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Despierta su mirada, pero la vuelve a cerrar. La luminosidad le causa molestias. Experimenta dolor de cabeza. Siente calor. Percibe agudos pinchazos en su sien derecha. Se queda inmóvil, tratando de rememorar por qué se encuentra al aire libre. Una imagen borrosa emerge en su mente. Una pesada carga en el pecho. Esa es la imagen. Ese es el sueño que tuvo. Se sienta con los ojos aún sellados. Intenta abrirlos, pero le resulta imposible. Recuesta la cabeza sobre las rodillas y las abraza con fuerza. Permanece inmóvil durante unos segundos. Su mente se halla en blanco, hasta que recuerda el sueño con una claridad aterradora.

Ingresa desnudo a una habitación vacía. Las paredes exhiben humedad y una sustancia marrón que asemeja sangre. El suelo está sucio y deteriorado. En una esquina se encuentra su padre, sentado en un banco de madera, también desnudo, con la mirada fija en el suelo. Jemo intenta acercarse, pero se encuentra inmovilizado. Trata de llamarlo, pero sus palabras no salen. En la otra esquina, un lobo devora carne. Cada vez que lo observa, el lobo alza la cabeza y gruñe, mostrando sus colmillos. Lo que devora el lobo se mueve, está vivo. Al examinar más detenidamente, se da cuenta de que es su hijo, quien llora en silencio. Desesperado, desea rescatarlo, pero permanece inmóvil y mudo. Intenta gritar. Su padre se levanta y camina en círculos por la habitación, sin mirarlo, sin observar cómo el lobo destroza a su nieto. Jeno llora sin lágrimas, grita, desea liberarse de su cuerpo, pero no puede. Un hombre aparece con una sierra, podría ser Ten, pero su rostro está borroso. Hay una luz, un sol que pende del techo. El sol se desplaza, creando una elipse de luz amarilla. Jeno deja de pensar en su hijo, como si nunca hubiese existido. El hombre, posiblemente Ten, le abre el pecho. Sin embargo, él no experimenta ninguna sensación. El hombre examina su trabajo para asegurarse de que está bien hecho. Luego, le extiende la mano para felicitarlo. En ese momento, Jaehyun entra y lo observa detenidamente, aparentando gran concentración. No le dirige la palabra. Se agacha y mete la mano en su pecho, revisa, mueve los dedos y revuelve. Le arranca el corazón y se come un pedazo. La sangre le escurre por la boca. A pesar de que el corazón sigue latiendo, Jaehyun lo arroja al suelo y lo aplasta mientras susurra al oído: "No hay nada peor que no poder verse a uno mismo". Renjun entra a la habitación sosteniendo una piedra negra. Aunque su rostro parece el de Taeyong, Jeno sabe que es Renjun. Él sonríe. El sol se mueve con mayor rapidez y la elipse se amplía. La piedra brilla y late. El lobo aúlla. El padre se sienta, contemplando el suelo. Renjun le abre aún más el pecho y coloca la piedra en su interior. La piedra luce espléndida, nunca la había visto tan radiante. Él se da la vuelta y Jeno no quiere que se vaya. Intenta llamarlo, pero no puede. Renjun lo observa con alegría, toma un mazo y lo golpea aturdidoramente en el centro de la frente. Jeno cae, pero el suelo se abre y continúa cayendo, pues la piedra en su pecho lo hunde en un abismo blanco.

Eleva la cabeza y abre los ojos. Luego los cierra nuevamente. Nunca logra recordar los sueños con tanta nitidez. Coloca las manos detrás de su nuca. Es solo un sueño, se dice a sí mismo, pero una sensación de inestabilidad lo atraviesa. Un miedo ancestral. Dirige su mirada hacia un lado y observa las cenizas de la cuna. Voltea hacia el otro lado y encuentra a Jaemin recostado muy cerca de su cuerpo. Sí, Jaemin le puso. Es su nombre. Se pone de pie sobresaltado, pero se tambalea y se sienta nuevamente. ¿Qué he hecho? ¿Por qué está libre? ¿Por qué no se ha escapado? ¿Por qué está durmiendo a mi lado?

Dormita acurrucado. Transmite calma. La piel pálida se reluce bajo el sol. Desea tocarlo, anhela hacerlo, pero tiembla levemente, como si estuviera soñando, y retira la mano. Observa su frente, marcada como un hierro al rojo vivo. El símbolo de posesión, de valor.

Contempla su cabello lacio, aún sin cortar ni vender. Es largo y está sucio.

Existe cierta pureza en ese ser incapaz de hablar, piensa mientras traza con un dedo el contorno de su hombro, brazo, cadera y piernas, hasta llegar a los pies. No lo toca. El dedo se mantiene a un centímetro de la piel, a un centímetro de las iniciales PGP que se extienden por todo su cuerpo. Es hermoso, reflexiona, pero su belleza es inútil. No por ser hermoso será más apetitoso. No se sorprende por este pensamiento, ni siquiera se detiene en él. Es lo que siempre piensa cuando se encuentra con una cabeza que llama su atención en la nevera. Algún cuerpo femenino, masculino que se destaque entre los tantos que pasan todos los días.

Se recuesta a su lado, muy cerca, sin rozarlo. Siente el calor de su cuerpo, su respiración lenta y pausada. Se acerca un poco más. Respira al ritmo de él. Lento, cada vez más lento. Percibe su aroma. Es intenso debido a su suciedad, pero le agrada. Parece el embriagador olor de la lavanda, salvaje y penetrante, alegre. Su respiración se acelera. Hay algo que lo excita, esa cercanía, esa posibilidad.

Se pone de pie bruscamente. Jaemin se despierta sobresaltado y lo mira desconcertado. Jeno lo toma del brazo y lo conduce sin violencia pero con determinación hacia el galpón. Cierra la puerta y regresa a casa. Se ducha rápidamente, se cepilla los dientes, se cambia de ropa, toma dos aspirinas y se sube al automóvil.

Aunque hoy es su día libre, maneja hasta la ciudad sin pensar, sin detenerse. Llega a la carnicería Lee. Aún es muy temprano y el lugar todavía no está abierto, pero Jeno sabe que él duerme allí. Toca el timbre y abre la puerta. Empuja al perro sin saludarlo y se dirige directamente hacia la habitación trasera. Cierra la puerta y la asegura.

Taeyong está de pie junto a la mesa de madera, muy tranquilo, como si lo estuviera esperando. No parece sorprendido. Sostiene un cuchillo con el que corta un brazo que cuelga de un gancho. Parece muy fresco, como si lo hubiera arrancado a alguien hace unos momentos. No es un brazo proveniente de una nevera, ya que no está desangrado ni desollado. La mesa está manchada de sangre, al igual que el suelo. Las gotas caen lentamente. Se está formando un charco y el sonido de las gotas al caer sobre el piso es lo único que se oye.

Jeno se acerca. Parece que va a decir algo, pero en cambio, le agarra el cabello y lo sujeta por la nuca. Lo sostiene con fuerza y lo besa. El beso es voraz al principio, salvaje. Taeyong intenta resistirse, pero solo un poco. Jeno le quita el delantal manchado de sangre y lo besa de nuevo. Lo besa como si quisiera destrozarlo, pero lo hace lentamente. Le desabrocha la camisa mientras le muerde el cuello. Él se arquea, tiembla, pero no emite ningún sonido. Lo gira y...

delicioso cadáver - nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora