XXIII

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Luego de llegar a casa, siente la ausencia de los ladridos de sus perros mientras corrían hacia el auto por el camino de tierra bordeado de eucaliptos.

A pesar de que el cielo está cubierto de nubes negras, él no las percibe. Se baja del auto y camina directamente hacia el galpón, donde encuentra a Jaemin acurrucado y durmiendo. Sabe que debe bañarlo, una tarea que no puede posponer más. Observa el galpón y piensa en la necesidad de limpiarlo para crear un espacio más cómodo para la hembra. Sin embargo, cuando sale en busca de un balde para iniciar la limpieza, comienza a llover. Se da cuenta de que se trata de una tormenta de verano, una de esas tormentas temibles y hermosas.

Ingresa a la cocina y siente un cansancio demoledor. Aunque desea sentarse y tomar una cerveza, sabe que no puede posponer por más tiempo el cuidado de la hembra. Busca un balde, un jabón blanco y un trapo limpio. Luego se dirige al baño en busca de un peine viejo y, finalmente, encuentra el peine que RenJun dejó. Lo toma en sus manos y piensa en la necesidad de conectar la manguera. Sin embargo, al salir, la lluvia es tan intensa que lo empapa por completo. Al no tener una camisa, ya que la dejó con los perritos, se quita las botas y los calcetines, quedando solo con los jeans puestos.

Camina descalzo hasta el galpón, sintiendo el pasto mojado bajo sus pies y percibiendo el olor a tierra húmeda.

A medida que la lluvia cae con fuerza, va limpiando a Jaemin. Él continúa pasándole el jabón por los brazos y frotándolos con el trapo limpio. Muestra signos de mayor tranquilidad, pero aún lo mira con cierta desconfianza. Procede a aplicarle jabón en la espalda y luego lo levanta suavemente. Limpia cuidadosamente su pecho, axilas y abdomen. Realiza esta tarea con diligencia, como si estuviera limpiando un objeto de valor, pero inanimado. Siente nerviosismo, como si temiera que el objeto se rompiera o cobrara vida en cualquier momento.

Y lo observa. Lo observa demasiado. Porque había notado que Jaemin es un ser puro y hermoso. Tiene unos ojos tan profundos, pero tan dulces a la vez, y es hipnotizante. Con el trapo le va borrando las siglas que certifican que es una hembra de la Primera Generación Pura. Le borra veinte siglas, una por cada año de crianza.

Le pasa la mano por la cara para limpiarla de la suciedad que tiene pegada. Nota que tiene pestañas grandes. Tiene algunas pecas dispersas también.

Bajo la intensa lluvia, él se agacha para limpiar los pies, las pantorrillas y los muslos. Incluso entre las fuertes gotas, puede percibir el olor salvaje y fresco, el aroma a jazmines. Luego, toma el peine y lo sienta nuevamente en el pasto. Se coloca detrás de Jaemin y comienza a peinar su pelo enredado con delicadeza, evitando lastimarlo.

Una vez que termina de peinarlo, lo levanta y lo contempla. A través de la lluvia, lo ve frágil, casi traslúcido, pero completo. Se acerca para percibir el aroma a jazmines y, sin pensarlo, lo abraza. Jaemin permanece quieto, sin temblar. Solo alza la cabeza y lo mira con sus ojos profundos. Jeno acaricia la marca de fuego en su frente, consciente del sufrimiento que debió soportar cuando se lo hicieron. Sus dedos acarician suavemente su garganta. Ahora es Jeno quien tiembla.

Jaemin se levanta levemente con las pocas fuerzas que tiene. Intenta atrapar las gotas de la lluvia, ensuciándose por las caídas al pasto. Jeno ríe y despoja una sonrisa inconciente. Se sorprendió a sí mismo por encontrar tanta ternura en Jaemin en una sola acción. Jaemin dio una vuelta leve sobre su eje y miró a Jeno con las comisuras de sus labios extendidas en una sonrisa. La más hermosa que Jeno pudo ver alguna vez.

Jeno sintió su corazón agitarse suavemente en su pecho. Se odia por haberlo privado de esa libertad. Se ve tan feliz y a él eso le gusta.

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⏰ Última actualización: Jul 14, 2023 ⏰

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delicioso cadáver - nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora