𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔠𝔲𝔞𝔱𝔯𝔬

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El sonido de la puerta principal hizo que Joel se despertara dando un pequeño salto.

Desde que el mundo se fue a la mierda, cualquier pequeño ruido lo despertaba. Giró hacia la entrada, lo que hizo que su cabeza diera vueltas. La falta de sueño, comida, agua, entre otras cosas, hacían que le doliera la cabeza constantemente.

Vio a Tess dirigirse al refrigerador. Cogió la botella de vidrio llena de agua, y dio un sorbo.

—¿Cómo te fue?— dijo el hombre con voz ronca y grave. Tomó asiento en la cama, y frotó su rostro con una mano.

—¿Te refieres al trato?— la mujer estaba de espalda a él con mandíbula apretada y ojos furiosos.

El hombre miró a un lado, pensando: ¿De qué otra cosa estaría hablando si no?. Se limitó a suspirar con irritación.

—Sí.

—No hay trato.

—¿Qué?— Joel se puso de pie y se acercó a ella. Buscó su rostro con la mirada, y su expresión de enojo se tornó en preocupación cuando vio el ojo de Tess morado. Apretó sus puños, y se dirigió a buscar a Josh, con el que habían hecho el ya no existente trato.

—Detente— lo tomó con fuerza del brazo. Mucha más fuerza de lo que se podría imaginar de una mujer con la contextura tan delgada—. No fue él. Me encontré a unos chicos en el camino que les gusta molestar y...

—¿Dónde están?— apretó la mandíbula y rechinó los dientes. Frunció el ceño—. Los voy a...

—Ya me encargué— el hombre miró la expresión de Tess, y sabía que no mentía. La mujer tenía un carácter fuerte y nada de paciencia. Además, se atrevía a considerarla incluso más cruel que él.

Rindiéndose, suspiró. Se cruzó de brazos.

—¿Y qué pasó con Josh?

—Era una trampa— Tess tomó del gabinete viejo y descolorido un trozo de tela. Abrió el grifo del lavaplatos y lo humedeció un poco—. Sabíamos que esto podía pasarnos con él. Últimamente no ha sido de fiar.

—¿Los tickets?

—Se fue con todo— tomó asiento en la silla del comedor, junto a la mesa. Presionó el trozo de tela húmedo en su pómulo herido. Hizo una mueca de dolor—. Con la batería para el auto, y los tickets.

Joel respiró pesadamente por la nariz. Sintió intensa rabia. Una sensación que acostumbraba a experimentar después de más de diez años. Se sentó junto a Tess, y tomó el trozo de tela de su mano. Limpió la herida de su pómulo.

—De vuelta me topé con Marlene. Estaba esperando que regresara.

—¿Para qué?— dijo, sin apartar la mirada del rostro de la mujer.

—Necesita que la ayudemos.

—No trabajo con Luciérnagas— habló en tono cortante.

—El par de veces que lo hemos hecho, han cumplido. Y ya no tenemos nada, Joel. Necesitamos suministros.

El hombre se encogió de hombros.

—Dijo que, luego de que hiciéramos lo pautado, podíamos quedarnos a vivir en un pueblo de las afueras. Ella podría hacernos entrar. ¿No se supone que nuestro plan es salir de aquí?

Joel rechinó los dientes. Parecía muy bueno para ser verdad.

—¿Y qué quiere?

—No me lo ha dicho aún. Espera que nos encontremos con ella.

—¿Cuándo?

—Entre más pronto, mejor. Dijo que nos estaría esperando todo el día.

El hombre dejó el trozo de tela en la mesa al cerciorarse de que la herida de la mujer estaba limpia. Tamborileó sus dedos en la superficie de madera y rechinó los dientes. Por más que odiara admitirlo, Tess tenía razón. A él no le importaba no tener suministros puesto que lo veía como una buena oportunidad de ponerle fin a lo que desgraciadamente tenía que llamar vida, pero a Tess parecía importarle, y ella había hecho mucho por Joel todos estos años. La apreciaba, y no tendría nada que perder si la ayudaba.

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