𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔰𝔦𝔢𝔱𝔢

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Betty le indicó a Ellie que se adelantara manteniéndose cerca de Joel porque necesitaba un momento a solas. La menor, sin ser capaz de articular palabra, obedeció.

La chica caminaba con piernas endebles, intentando sostenerse de lo primero que encontrara. Llegó hasta un viejo auto y apoyó sus manos en él. Respiraba con gran dificultad, y de sus ojos corrían lágrimas. Sentía su cuerpo adormecido, y temblaba. Miró hacia la calle desolada para no perder de vista a Ellie. Permanecía caminando con Joel a la distancia.

Recostó su espalda en el coche y sus piernas cedieron. Cayó al suelo, y presionó sus manos en su rostro para ahogar sus gritos. Su pecho se contraía cada vez más, sintiendo que moriría.

Así era siempre que experimentaba un ataque de pánico y, por desgracia para ella, seguía viva después de que terminaban.

Pensó en Bill, Anna, Riz.

Y ahora Tess.

Habían entrado a la Casa de Gobierno para pedir más provisiones a las Luciérnagas del lugar, pero estaban todos muertos. En su lugar, había una horda de clickers. Iban a abandonar el edificio después de haber luchado con varios infectados cuando Tess tomó a Betty del brazo y la arrastró hacia detrás de un muro. Joel y Ellie estaban delante de ellas. La chica iba a soltarse del agarre, pero la mujer tapó su boca y le enseñó la mordida de su cuello.

Había sido mordida por uno de los clickers.

Betty, de la impresión, no dijo nada.

—¿Recuerdas lo que hablamos?— susurró Tess. La chica sintió cómo su pecho subía y bajaba con intensidad. Quedó paralizada, sin poder evitar pensar en el pasado—. Sobre Joel, Betty. Concéntrate.

La chica asintió con nerviosismo.

—Bien— continuó la mujer—. Tiene un carácter de mierda, y estoy segura que va a intentar alejarte. Por favor— su labio inferior tembló y sus ojos se cristalizaron—, no lo dejes solo. Promételo.

—Tal vez podemos llevarte a tiempo para que prueben en ti la cura...

—No. No podemos arriesgarnos— miró detrás de ella. Joel ya había notado que Tess y Betty no estaban detrás de él—. Joel y tú son la única esperanza de que la niña llegue al hospital sana y salva.

La chica miró a la mujer, y notó en ella una expresión de súplica. No le importaba morir. Solo le importaba asegurarse de que Joel tuviera compañía. ¿Qué pasaría si se queda solo?

¿Qué te pasó, Joel?, pensó Betty.

—¿Todo en orden?— escuchó decir al hombre, y salió de su ensimismamiento.

Betty levantó la mirada, encontrando a Joel observándola con ceño fruncido. Sin embargo, también podía notarse su preocupación.

—Sí—sorbió su nariz, limpió sus manos en sus rodillas que tenía a la altura de su barbilla y se topó con la mano extendida de Joel. La cogió, y sintió la aspereza de su piel entre sus dedos mientras la ayudaba a colocarse de pie—. Solo necesitaba un momento. Lo siento.

Él se limitó a asentir, mirándola de abajo hacia arriba con mandíbula apretada. El rostro de la chica tenía sutiles manchas de sangre de infectados. Su ropa, en cambio, si estaba notoriamente cubierta del líquido rojo. La había visto asesinar infectados con su navaja, y lo hacía parecer fácil.

—¿Dónde está Ellie?— dijo la chica, regulando cada vez más su respiración.

—En el auto. Encontré uno que podemos usar.

Betty asintió, distraída, y caminó en el ancho pavimento deteriorado junto a Joel. Él notó que la chica se aseguraba de mantener distancia entre ellos.

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