𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔳𝔢𝔦𝔫𝔱𝔦𝔲𝔫𝔬

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Joel despertó sorbiendo fuertemente su nariz. Giró hacia la ventana, y un rayo de sol entraba por una pequeña ranura de la vieja cortina. Cerró por completo uno de sus ojos debido a la brillante luz mientras que el otro lo perduraba levemente abierto. Frotó su rostro con una mano para ayudar a despertarse por completo. Luego, miró a su alrededor, pero Betty no estaba.

Dudó por un momento, y recordó que la chica había pasado la noche con Ellie.

Se puso de pie sintiendo etéreo mareo, y se colocó la mano en la frente. Parecía que su mente aún no quería despertar. Tomó algo de ropa para colocársela. Bajó las escaleras.

Se dirigía a la cocina cuando observó el sofá. Ellie y Betty estaban dormidas allí en posiciones incómodas debido al poco espacio que tenían. En el regazo de cada una descansaban libros viejos que habían tomado de la estantería. Supuso que estaban leyendo y se habían quedado dormidas, por lo que sonrió a boca cerrada.

Se acercó a ellas con sigilo y tomó dos cojines del sillón con manos lentas para no despertarlas. Mordió su labio para contener la risa, y tiró los cojines hacia los rostros de cada una. Ambas, por reflejo, se incorporaron con ojos entrecerrados.

Él soltó una leve risa ronca, haciendo que Betty y Ellie giraran a su dirección.

—Muy gracioso, Don Cascarrabias— murmuró la menor con voz somnolienta mientras frotaba sus ojos—. Solo espera cuando sea la hora de dormir una vez más y verás lo que haré.

—No comiences una guerra que no podrás terminar— dijo el hombre en tono amenazante, pero divertido—. Tenemos que alistarnos y llevar al auto todo lo que podamos. Debemos dejar todo listo para partir al amanecer. Hay que continuar el camino.

La menor soltó un bufido y se puso en pie para dirigirse al lavabo. En cambio, la chica había caído lentamente hacia un costado con los ojos cerrados. Se había dormido de nuevo, acomodando la manta sobre ella.

Joel tomó de nuevo el cojín y se lo lanzó. Esta lo atajó en el aire, y lo tiró de vuelta, golpeándole a él en la cara.

—Hazlo de nuevo y el próximo objeto no será tan suave— dijo Betty con voz áspera debido a su garganta seca. Carraspeó y se incorporó una vez más. Sus ojos estaban entrecerrados pero, gracias a los rayos del sol que traspasaba el cristal de la ventana, el hombre pudo captar el brillo de los verdes iris de la chica.

Betty se puso de pie y frotó su cabeza con su mano. Pasó por un lado de Joel para dirigirse a la cocina, pero este la detuvo tomándola de la cintura y atrayéndola a sí. Unió sus labios con los de ella en un delicado beso.

Él tomó su rostro con ambas manos, haciendo que la cabeza de la chica se viera pequeña en comparación. Acarició las regordetas mejillas de Betty con su pulgar, sintiendo la suavidad de su piel. Detalló su nariz pequeña, sus labios carnosos y hermosos ojos que lo observaban con ternura.

Por primera vez después en años, sintió que podría tener un poco de felicidad dentro de sí. Solo un poco, porque jamás se recuperaría de haber perdido a Sarah.

Pero, con Betty a su lado, era capaz de sobrellevarlo.

—¿Qué piensas?— susurró la chica con cierto nerviosismo en su voz.

—Yo solo... —tragó saliva, y sus manos aún sostenían el rostro de ella— No puedo creer que estoy contigo— soltó una risa desanimada—. ¿Quién diría que la única manera de estar juntos era que ocurriera el fin del mundo?

—No lo digas así— bajó su mirada y soltó un bufido acompañada de una sonrisa triste—. Pareciera que el estar juntos trajese la desgracia mundial...

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