𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔡𝔦𝔢𝔠𝔦𝔰𝔦𝔢𝔱𝔢

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Betty colocó su mano temblorosa en la manilla de la puerta de entrada, y respiró hondo.

Sabía lo que le esperaba. Bill estaba despierto. Había estado llamándola incluso cuando ella estaba en el auto de Joel. Permaneció paralizada por un momento, pero era consciente de que tenía que entrar en cualquier momento o sería peor.

Peor de lo que ya era.

Al abrir la puerta, la chica se topó con el hombre caminando de un lado al otro con el teléfono en su oreja. Este se mordía la uña de su dedo pulgar. Bill se cruzó con la mirada de temor de Betty. Su expresión de preocupación se transformó en enojo.

—Bill...— dijo la chica luego de un momento de silencio. Cerró la puerta trás de sí.

La mandíbula del hombre tembló ligeramente. Se dio media vuelta, y estrelló su teléfono celular contra la pared más próxima. La chica dio un ligero salto y bajó la cabeza.

—Estaba tan jodidamente preocupado— su voz era pausada, pero podía percibirse la intensa ira. Era aterrador. La chica pensó en que prefería que le gritara a que le hablara en ese tono—. ¡Maldita sea, Betty!— chistó.

—Lo lamento— logró decir con voz sutilmente quebrada—. Perdí la noción del tiempo...

El hombre soltó un bufido.

—¿Me crees idiota?— la miró a los ojos con mandíbula apretada y ceño fruncido. Betty jamás lo había visto tan enojado—. ¡Contéstame!

—No— dijo en un susurro. Sus ojos comenzaban a cristalizarse. Tragó saliva.

—Saliste a otro lugar, ¿no es así?— pensó en voz alta—. Seguro tu amiga la zorra te convenció de...

—Estuvimos en su casa— interrumpió, intentando sonar firme—. Hablando, y viendo películas...

Él permaneció un momento en silencio con su boca ligeramente abierta, sorprendido de que le haya respondido de esa manera.

—¿Muy ocupada cómo para contestar una maldita llamada, o un puto mensaje?

—Lo lamento, Bill.

—¡Eso no resuelve nada, Betty!— gritó—. Se supone que hoy tendría una noche divertida, y lo único que hice fue preocuparme por ti. Siempre arruinas todo, ¿y crees que con un simple "lo lamento" se puede arreglar?. ¡¿Cuál es tu maldito problema, eh?!

—Yo...— Betty comenzaba a ahogarse en su llanto que demandaba salir.

—¿Cuántos hombres te habrán visto con esa ropa cuando venías de regreso?— la chica tragó saliva. Él apretó sus puños—. Seguro eso era lo que querías, ¿no es así, zorra?

—Bill...— no pudo contenerse más, y lágrimas corrían por sus mejillas.

—No puedo estar contigo en este momento— levantó sus manos y caminó hacia el sofá—. Juro que si te veo llorar voy a... Soy yo el que debería sentirse así, no tú —se topó con su móvil en el suelo con la pantalla boca abajo. Lo tomó, y el cristal quebrado se iluminó. Tocó la pantalla, y se dio cuenta que aún funcionaba. Lo guardó en el bolsillo de su pantalón de pijama de Star Trek. Se sentó en el sofá, y tomó el mando de la consola y sus audífonos conectados al micrófono—. Lárgate, Betty.

—¿Qué?

—No quiero que estemos en el mismo lugar ahora— la televisión ya estaba encendida, y él seleccionaba con el mando de la XboX una nueva partida en línea de Halo—. Y si tanto quieres estar fuera, vete.

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