𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔳𝔢𝔦𝔫𝔱𝔦𝔡𝔬𝔰

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Joel se encontraba arreglando una vez más los focos de luz de la parte trasera del supermercado subido a la escalera metálica. Le había comunicado en repetidas ocasiones al señor Brown que tenía que instalar unos nuevos, pero el dueño del local ya era una persona mayor, y en esa etapa del ser humano las personas son cada vez más testarudas y rezongonas.

Se preguntó si así sería a esa edad, incluso cuando no quería serlo. ¿No podía evitarse, por más que quisiera? Probablemente no, porque, ¿quién querría envejecer con esas actitudes si tuvieran la opción de elegir?

Esperaba ser un buen padre para Sarah para ese entonces, y que ella fuera feliz. También añoraba estar acompañado, y sólo tenía una persona en mente para ello...

El sonido de la puerta principal abriéndose hizo que Joel saliera de sus pensamientos. Se inclinó ligeramente hacia atrás mientras se sostenía de la pared de ladrillos, pues parecía que alguien la había empujado de manera abrupta.

Un hombre alto de cabello negro y largo tomaba del brazo a una chica de cabello rubio. A pesar de observarlos de espaldas, sabía de quiénes se trataba. Apretó la mandíbula sin poder apartar la vista.

Bill soltó a Betty con brusquedad y, a pesar de que Joel no podía escucharlo debido a la lejanía, supo que el hombre estaba gritándole. La chica intentaba calmarlo, pero este sacudió sus brazos para evitar que la chica lo tocara, haciendo que ella tropezara y que casi cayera al suelo.

Esto fue suficiente para Joel. Bajó la escalera en un salto que lo hizo sentir ligero dolor en sus rodillas, pero no fue impedimento para caminar hacia la escena con pasos decididos, puños cerrados y ceño fruncido.

—¡Oye!— gritó cuando estuvo lo suficientemente cerca de ambos y, antes de que Bill pudiera girar hacia su dirección, lo tomó del cuello de la camiseta y lo estrelló contra el auto más próximo. Bill permanecía en silencio, observando el rostro de Joel con temor—. ¡¿Quién te crees para tratarla así, eh?!— le dio una rápida sacudida, estampándolo de nuevo contra el coche.

—Joel. Solo estábamos discutiendo... — oyó decir a Betty con voz temblorosa. Sin embargo, no apartó la vista de Bill—. Déjalo...

—Soy su esposo— dijo Bill, intentando contener su miedo. Sus ojos azul intenso miraban a Joel con desdén—. ¿Acaso tu madre no te enseñó a mantenerte alejado de las situaciones que no te incumben?

Sin pensarlo, Joel tomó al hombre por el cuello y levantó su puño.

—Di una palabra más y te borro esa sonrisa idiota de la cara— susurró con mandíbula apretada. Su cuerpo temblaba debido al enojo.

—Puedes golpearme a mí, o a cualquier otro— habló Bill con fingida tranquilidad—, pero eso no quitará el hecho de que nunca podrás estar con ella— lo observó de abajo hacia arriba—. ¡Sólo mírate! Viejo, y con problemas de ira. Te preocupas tanto por lo que otros sean capaz de hacerle a Betty, ¿y qué hay de lo que puedes llegar a hacerle tú?

—¡Cierra la boca!— alejó su puño levantado para tomar impulso y plantarlo en la mandíbula de Bill con fuerza.

—¡Joel!— gritó Betty.

El hombre abrió los ojos, y su cuerpo permanecía inerte. Estaba en la cama sobre la chica, con una mano en el hombro de ella y su puño levantado. Su respiración comenzó a agitarse y, cuando fue capaz de moverse, miró su mano cerrada y luego a Betty con expresión de horror. Ella, en cambio, no lucía temerosa.

Estaba preocupada por él. Mantenía sus manos en el rostro de Joel para tranquilizarlo

—Joel...— habló la chica con voz tranquila.

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