𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔱𝔯𝔢𝔦𝔫𝔱𝔞 𝔶 𝔰𝔢𝔦𝔰

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Aún somnolienta, Betty sintió cómo el auto se detuvo. Sin embargo, debido al cansancio, decidió no abrir los ojos con la esperanza de volver a dormirse. Así lo hizo por algunas horas más hasta que Joel subió la cortina frente a la cama con un movimiento brusco, permitiendo que los radiantes rayos del sol invadieran el lugar. Esto hizo que la chica se incorporara tomando asiento en la cama con expresión de desagrado. Ellie soltó un quejido y colocó su mochila que utilizaba como almohada sobre su rostro.

—Vamos— dijo el hombre de buen humor mientras daba un par de palmadas y caminaba hacia la puerta—. Levántense, perezosas— se detuvo a observarlas, y tomó un cojín del sofá para tirárselo a la menor. Ellie tomó asiento con rapidez y frotó sus ojos—. ¡Ellie, despierta! Hemos llegado.

—¿Dónde estamos?— preguntó la chica después de sorber su nariz.

—Si levantan sus traseros y salen del auto, lo sabrán— Joel sonrió a boca cerrada y guiñó el ojo antes de salir de la caravana, dejando la puerta abierta detrás de sí.

Al mismo tiempo, Ellie y Betty se miraron. Compartieron expresiones de extrañeza ante la actitud del hombre.

—¿Acaso perdió la cabeza?— susurró la menor.

—¡Ellie!— chistó la chica.

—Es solo que está muy raro— rechinó los dientes, pensativa—. Jamás lo había visto tan bien de ánimos.

Betty suspiró, recordando al Joel cariñoso, respetuoso y colaborador de hace más de doce años atrás.

—Yo sí— se limitó a decir la chica. Se puso de pie—. Tal vez... está volviendo a lo que solía ser. Eso es bueno, ¿no es así?— miró el rostro de Ellie, que permanecía distraída. Segundos después, asintió—. Andando— colocó una mano en el hombro de la menor, y esta se levantó.

Salieron del auto y miraron a su alrededor. Se encontraban en un amplio aparcadero bajo el brillante sol y cielo azul casi sin nubes. Habían algunos autos abandonados. Se encontraron con un edificio ancho y de pocos pisos deteriorado.

—¿Otro lugar deshabitado?— la menor giró para mirar al hombre que se encontraba detrás de ellas.

Joel puso sus ojos en blanco.

—Solo entren— respondió en tono de fingida irritación mientras sonreía a boca cerrada—. Yo iré enseguida— Ellie tragó saliva, temiendo que algo o peor, alguien, pudiera encontrarlos dentro del abandonado centro comercial. El hombre, percatándose de lo que le ocurría a la menor como si fuera capaz de leerle la mente, apretó su mandíbula y dijo—. Revisé el lugar mientras dormían y bloqueé cualquier acceso después de entrar con el auto. Estamos seguros aquí.

Ellie, confiando plenamente en el hombre, hizo un movimiento de cabeza. Betty rodeó los hombros de ella con su brazo, y caminaron hacia la puerta del lugar, mientras que Joel se aproximaba a la parte trasera del edificio.

—Esperen allí— habló el hombre en voz alta desde la esquina. Ambas obedecieron, permaneciendo de pie frente a la puerta deslizante de vidrio.

Minutos después, las luces del centro comercial se encendieron, y la puerta se abrió automáticamente. Con impresión, Betty y Ellie se miraron.

—Tenemos suerte que aún funciona la electricidad de este lugar— Joel se había colocado detrás de ellas.

Sin pensarlo, la chica entró y dio un vistazo. Subió la mirada mientras daba una lenta vuelta y así poder captarlo todo. Algunas tiendas tenían las vidrieras rotas y estaban desordenadas pero, aún así, parecía que había vuelto a la normalidad.

No una completa normalidad como antes del cordyceps, pero cualquier mínimo de normalidad era suficiente para ella.

—¿Estás bien?— preguntó Joel con sutil nerviosismo hacia Ellie, quien aún permanecía fuera del edificio—. Si no te gusta, podemos irnos...

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