𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔱𝔯𝔢𝔦𝔫𝔱𝔞 𝔶 𝔱𝔯𝔢𝔰

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⚠TRIGGER WARNING⚠

Este capítulo contiene temas muy delicados que

pueden afectar al lector. Si es muy difícil

continuar con la lectura, te recomiendo que

dejes de leer el capítulo y pases directamente

al siguiente.




Betty abrió sus ojos con lentitud. Su vista estaba nublada, pero se dio cuenta que ya no se encontraba en aquella casa abandonada que había sido su hogar por meses.

Parpadeó repetidas veces y ladeó un poco su cabeza que daba vueltas. Intentó tragar saliva, pero su garganta estaba seca. Una vez que su visión volvió a la normalidad, echó un vistazo a su alrededor: era una habitación deteriorada de hospital. A su lado derecho había una gran ventana con la cortina entreabierta, dejando pasar los rayos brillantes del sol de la mañana. Gran parte de su inclinado cuerpo gracias a la cama plegable estaba cubierto por una sábana vieja color crema, y de la fosa de su codo estaba conectada una vía.

¿Dónde estaba?

¿Y dónde estaba Ellie?

Sus oídos captaron la risa de la niña, y giró a la dirección del hermoso sonido. La pequeña estaba frente a un hombre moreno y delgado, ambos sentados en un sofá cama. Parecía que jugaban con sus manos.

—Ellie...— susurró la chica con voz ronca.

El hombre y la niña la observaron. Ella corrió hacia la cama.

—¡Tía Betty!— exclamó con entusiasmo. Con pies y manos pequeñas, Ellie escaló para subir a la cama. Abrazó a la chica rodeando el cuello de ella con sus brazos.

Betty suspiró, aliviada. A simple vista, lucía bien. Alejó a la pequeña un poco para detallarla. Acarició su cabeza, bajando su mano hasta la mejilla de la niña.

—¿Estás bien?— la chica carraspeó para aclarar su garganta—. ¿Te hicieron algo? Dime la verdad... —preguntó, sin importar que aquel hombre estuviera de pie junto a ambas, observándolas con ternura. Movió la tela de la ropa de Ellie en busca de heridas, pero no encontró ninguna.

La niña negó con la cabeza mientras sonreía a boca cerrada.

—He estado jugando con Riz. ¡Es muy divertido!— dijo la niña arrastrando las palabras y pronunciándolas con dificultad debido a su corta edad—. Y el resto de las personas también. ¡Me agrada este lugar! Quiero que traigamos a mamá.

Betty sintió un vacío en su estómago. Respiró hondo y mordió su labio inferior.

—Ahora no me siento muy bien, pero cuando lo haga hablaremos de eso, ¿de acuerdo?— se esforzó para que su voz no se quebrara y sus ojos no se cristalizaran.

Ellie asintió, y se inclinó hacia la chica. Rodeó el cuello de esta con sus brazos y apoyó su cabeza en el hombro.

—Quiero dormir— habló la pequeña con voz somnolienta.

—Entonces, hazlo, cariño— respondió, sin importar las molestias que sentía en su cuerpo debido al peso de Ellie sobre su pecho. La niña introdujo su pulgar en la boca y Betty comenzó a mecerse sutilmente. Sintió cómo la respiración de Ellie se rentilizaba segundos después, y supo que estaba durmiéndose.

—Intenté que durmiera un poco— dijo el hombre con voz tranquila. Su tono era levemente agudo, y sus palabras eran dominadas por un marcado acento que la chica no reconoció de dónde provenía—, pero dijo que esperaría hasta que despertaras. También le di algo de comer.

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