Habitación 159 [#1 Los Wellington] COMPLETA ✔

24- Noche buena.

—Jacob.

Todo un dia de meditación, de maldecirme y luego compadecerme, para terminar, regresando a la causa del problema.

Ella parecía ser la enfermedad y la cura.

Natasha seria mi perdición, estaba seguro de eso, pero no habia nada que pudiera hacer, porque lo habia intentado todo. Habia follado con docenas de chicas, habia tomado todo tipo de alcohol, habia estado furiosos y celoso, de mi hermano, habia peleado con mi madre, habia internado mi cabeza en los libros de mis clases, habia escapado varias veces de mi propia cabeza, pero termine regresando al mismo lugar.

Yo deseando tenerla pegada a mi y no simplemente por el deseo que me rompía la piel, habia algo más que me asustaba más que nada. Algo en lo que ni queria pensar.

La mira de reojo montada en el asiento del copiloto y tenerla subida en el auto, tal cerca de mi alcance, me hacía llenarme de impulsos que apenas podía controlar. Apenas no podía contenerme al no arrojarme sobre ella y reclamar mi lugar dentro de ella.

Sin embargo, aún me quedaba un poco de cordura y respeto, no iba a mancillar el auto de mi padre. Además, teníamos que estar en casa pronto o llegaríamos muy tarde.

Conduje en silencio, mismo silencio que ella secundo, bueno, hasta que su celular regreso a sonar, solo que esta vez no fue Connor. Lo supe porque ella libero una pequeña sonrisa y eso llamo mi atención.

—Disculpa — se excusó y tomo la llamada, — Privet babushka —. Allí estaba otra vez aquella voz, escucharla hablar mi idioma era una cosa ya de por si seductora, con ese ligero acento raspando en su garganta, pero escucharla hablar en ruso era otro nivel de placer auditivo.

Aprete las manos sobre el volante, disfrutando de la tonalidad de su voz, sin comprender media palabra de lo que decía, pero adorando cada palabra.

La escuche repetir varias palabras varias veces, entre ellas, "Babushka", "Net".

—Poka, babushka —fueron sus ultimas palabras, para luego colgar la llamada con una pequeña sonrisa.

—¿Familia? — no pude evitar preguntar.

—Si, mi abuela que siempre quiere saber todo sobre mi vida — dijo con una especie de sonrisa contenida y me gusto verla con la mirada centelleante.

—¿Sabe de mí? — no pude evitar decir con diversión y ella me miro como si fuera insolente.

—No, no sabe de ti, Jacob.

Me ríe por lo bajo y doble en la ultima esquina que no llevaba a casa.

—¿Cómo son?

—¿Quiénes? — pregunto.

—Tu familia.

—Pues aparte de mi abuela, todos me odian, en especial mi padre — confeso con un deje amargo en la voz y eso me lleno de interés.