Prologo

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La sala queda en silencio y mi mirada, junto a la de mamá que se giró a ver que había pasado, se posaron sobre la figura que estaba de pie junto a la puerta de la cocina, entonces mi mundo se detuvo.

¿Es esto real? Fue lo primero que se me vino a la mente, para seguido detallar con cuidado todo su cuerpo.

Sus pies delicados estaban enfundados en unos tacones de agujas que tonificaban sus piernas, sus muslos estaban ocultos por un vestido verde oscuro en terciopelo ajustado a sus curvas y con un ligero escote del que asomaban un poco sus grandes pechos, los mismos que hace unas semanas estaban en mi boca y de pronto el recuerdo de su dulce sabor regreso a mi paladar.

Mi respiración se cortó al llegar a su rostro, su boca perfecta con un labial rojo vino, su nariz aristocrática y aquellos ojos azules que me miraban con total conmoción, pero que, en un solo parpadeo, había borrado todo rastro de sorpresa y lo remplazo con terror, para seguido apartar la mirada de mí y mirar a sus pies. Su cabello largo y negro, apretado en un moño alto, no se movieron ni un centímetro cuando la vi agacharse con rapidez y tomar algo entre sus manos que no me intereso en lo más mínimo, porque solo podía verla a ella, solo podía sentirla a ella... solo podía recordarla a ella en aquella cama, abriendo sus piernas para mí. Su boca sobre mi polla, su boca en mi pecho, en mi cuello y la mía sobre sus pezones duros, sobre sus jugos, tomando de su néctar como un adicto y bailando ante sus gemidos.

Rubí, que no era su nombre, pero era ella, estaba de pie frente a mí y parecía un sueño hecho carne. De pronto agradecía que mi madre se haya alejado de mí, porque una erección comenzó a palpitar bajo mis pantalones ante el siempre hecho de verla.

—Oh, ¿estás bien querida? — inquirió mamá, acercándose a la hechicera de ojos azules y cuerpo espectacular.

—Es-este sí, señora Wellington, solo se me resbalo de las manos — dijo con una sonrisa totalmente tensa que estaba seguro de que nadie más que yo noto y aquella voz que me recordó como gemía sobre mis oídos y pedía más de mí.

¿Qué carajos hacia ella aquí? ¿Acaso trabajaba en la ferretería de mis padres? ¿Era la nueva vecina? ¿Era cocinera? ¿Era amiga de mi madre? ¿Qué mierda hacía en mi casa?

—A veces soy un poco torpe — añadió sosteniendo entre sus dedos un celular, comprendí rápidamente que eso fue lo que debió de caerse.

—Para nada, a todos nos pasa — dijo mi madre con amabilidad como siempre, pero mi mirada no podía pasar a ella, porque estaba de pie observando una visión, buscando una mirada de su parte, que eso azules no me dieran una explicación de porque estaba allí, ella no me miro en ningún momento, de hecho, parecía rehuir de mi mirada.

Los recuerdos de aquella noche me golpearon con más fuerza, su presencia aún más, pero las palabras que diría mi madre a continuación, me dejarían al borde de la muerte.

—Ven y te presento al último integrante de la familia — dijo mi madre instándola a moverse hacia adelante, la devoré con cada paso que daba y pude ver lo tensa que estaba, parecía incluso nerviosa. — Natasha este es Jacob, mi hijo — presento mi madre y ella elevó la mirada, barriendo el aire con sus largas pestañas, su mirada penetro en la mía, junto en el momento que mamá terminaba la presentación, — Jacob, esta es Natasha, la novia de tu hermano Connor.

Silencio total en mi interior.

Ni un ruido de respiración, ni un latido de mi corazón, ni un parpadeo de mis ojos.

Me quedé de piedra, mientras mi cabeza trataba de asimilarlo todo y cuando lo hizo, me sentí completamente muerto.

No podía ser cierto.

No podía ser real, que, entre todas las posibilidades de mujeres en el mundo, yo terminase follandome a la novia de mi hermano mayor.


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Nota de la autora: A los que ya han leído la historia, pueden notar que he cambiado el prólogo, esto se debe a que la historia tendría más sentido de esta manera. 

A los nuevos lectores, bienvenidos/as.


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Habitación 159 [#1 Los Wellington] COMPLETA ✔Where stories live. Discover now