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CAPÍTULO DOS Eres todo un sueño para mí
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El primer mes de Blair en la UAC había sido el mejor y el peor de su vida.
Por un lado, cada vez aprendía más sobre la mente de los criminales. Odiaba el hecho de que muchos inocentes tenían que sufrir para poder saber todas las cosas que ellos sabían sobre los ignotos, pero le daba una pizca de paz darse cuenta de que habían atrapado a todos y cada uno de los casos que había tenido hasta ese momento. Esperaba que continuara de ese modo. El agente Hotchner, aunque la trataba ligeramente como una alumna, jamás la trataba como si fuese tonta, le daba frases reconfortantes de afirmación como: «bien hecho» y «buen trabajo». Derek Morgan era un hombre encantador y muy gracioso, ya le había puesto un sobrenombre que, sin lugar a dudas, le hubiese molestado de cualquier otro hombre de sus empleos anteriores, pero que Morgan la llamase Barbie, le pareció inofensivo y la hizo sentir como si formara parte del grupo. El agente Rossi le daba un poco de escalofríos por la carrera que llevaba detrás, y jamás lo había dicho en voz alta, pero tenía métodos un poco anticuados; lo respetaba de igual manera porque casi nunca se equivocaba. Pero lo que la había estado manteniendo cuerda era la energía femenina de sus tres nuevas personas favoritas: Emily, JJ y Penelope. Le gustaba saber que el equipo estaba formado de esa manera, porque esas tres mujeres eran increíblemente talentosas en su trabajo. Blair aprendía muchísimo de Prentiss, una mujer brillante, mientras que el coraje de JJ al dar la cara por todos ellos la hacía sentirse más que agradecida e impresionada por su destreza. García era todo un caso, estaba de más decir que su trabajo sería imposible sin su habilidad, y su sentido del humor podría hacerla reír incluso con los días nublados de la ciudad, también la llamaba Barbie cuando atendía el teléfono.
Estaba encantada con todo el equipo, desde el día uno.
No podía decir lo contrario de Spencer Reid. Sus labios se fruncían cuando no decía algo que pensaba, o cuando alguien decía algo que parecía no gustarle; le sonreía todos los días y la saludaba, al llegar a su escritorio porque generalmente ella llegaba primero y pasaba casi todo el día ahí. Los ojos de Spencer de repente se cerraban cuando les brindaba el privilegio de verlo sonreír, su cabello caía en su frente como un niño pequeño y lucía todavía más adorable cuando usaba anteojos. Pero escucharlo hablar provocaba que sus piernas se pusieran temblorosas y su mente se perdiera con una neblina que la absorbía por lo terriblemente encantador que resultaba por ser tan brillante. La mayoría lo interrumpía cuando empezaba a divagar, hablar de más, cosa que acostumbraba, pero Blair estaba segura de que, si pudiera dedicarse a escucharlo a hablar, lo haría sin lugar a dudas. Ni siquiera era el hecho de que le impresionara lo inteligente que era, sólo que un punto sensible en su cuerpo se encendía por escucharlo darles datos curiosos sobre cosas que no les interesaban. Spencer le resultaba el hombre más atractivo que había conocido en toda su vida.
