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CAPÍTULO TRES En el calor de tu toque eléctrico
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Blair no había tenido una noche fuera desde que comenzó a trabajar en la UAC. Intentaba pasar sus noches en la oficina esperando que un caso de emergencia cayera en su regazo a las tres de la mañana (cosa que pasaba con más frecuencia de la que les gustaba admitir), así que cuando Morgan la invitó a ella y a todo el equipo a salir una noche para relajarse, nadie quiso decir que no. Cada vez se sentía más parte del grupo, lo que le daba un alivio a su corazón por lo preocupada que secretamente estaba por eso. De verdad creyó que las personas serían mucho más serias de lo que eran, pero entonces se dio cuenta de que tenía que existir la alegría en un trabajo como ese, a como diera lugar. Se volverían mas locos que los criminales si decidían deprimirse por ello.
El bar estaba lleno, y daba la casualidad de que casi todos en el equipo estaban solteros, con excepción únicamente de JJ, quien prácticamente ya había formado una familia. Sabía que no estaba casada, y aunque todavía no tenía el placer de conocer a su hijo, se moría de ganas por hacerlo.
Creyó que el agente Hotchner estaría casado, sabía que tenía un hijo, ya que lo escuchó mencionar algo sobre un pequeño Jack. Intentó imaginarse a su jefe como un padre amoroso, y no dudaba que lo fuera, pero era tan serio que le costaba trabajo. También notó cómo todos sus compañeros trataban de recordarle que ahora era un hombre soltero, aunque no pareciera estar muy feliz con ese hecho.
Era complicado tener una relación cuando se dedicaban a lo que que dedicaban. Casi nunca estaban por mucho tiempo en la ciudad, viajaban por días a diferentes estados y existía la posibilidad de no volver. Todos eran conscientes de ello, y lo aceptaban. No era lo más justo para nadie que alguien estuviera esperándolos en casa preguntándose si estaban bien.
Es una de las muchas razones por las cuales Blair había comenzado a practicar celibato. Sonaba muy tonto, ella lo sabía, pero su vida comenzó a mejorar cuando lo hizo. Enredarse con hombres que la hicieron pedazos fue el epítome de su desgracia, así que, evitarlos a toda costa fue la mejor idea que se le pudo ocurrir. La idea de acostarse con un extraño tampoco resultaba muy atractiva para ella, y estaba el hecho de que siempre existía la posibilidad de que fueran asesinos seriales, así que prefería reservarse.
