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CAPÍTULO VEINTICINCO ¿Te conozco desde hace veinte años o veinte minutos?
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Decir que le dolía la cabeza sería un eufemismo.
Blair había sido una adolescente rebelde. Existía ese efecto cuando los padres no se preocupaban demasiado en sus hijas, o al menos en una de ellas; estaban concentrados en presionar a su hija prodigio, mientras que la otra, gastaba montones de dólares de su tarjeta de crédito en alcohol y ropa costosa, pensando que quizá así llamaría un poco la atención. A veces los reclamos de su madre eran la única clase de interacción que tenía con ella, y con el tiempo, se había vuelto una costumbre. Todo cambió cuando su hermana fue diagnosticada, y el resto era historia. Blair no bebía tanto alcohol desde entonces, sabía a la perfección cuál era la cantidad de vino que debía tomar para convertirse en la borracha Blair.
La honestidad que había tenido la noche anterior no era lo peor de beber tanto, la mañana siguiente sí.
Sin embargo, nunca había despertado junto a un hombre tan maravilloso como Spencer Reid.
Tenía un café listo para ella cuando despertó, también habló con un tono demasiado moderado para no aturdirla y ya había alimentado a Willhem. Las resacas junto a él no parecían ser tan malas, después de todo. Pero eso no quitaba que la aspirina y la cafeína no estaban ayudándole demasiado con su dolor de cabeza.
No quería pensar en todo lo que había dicho la noche anterior, pero era lo único que estaba en su cabeza. Estaba irremediablemente apenada. Eran sus buenos amigos, sus mejores amigos, pero también eran sus compañeros de trabajo, y lo peor de todo, su jefe. Lo único que agradecía, después de todo, era que su implosión haya sido en un relajante espacio personal, y no en su lugar de trabajo. Eso debería pasar a manos de recursos humanos.
Mientras Spencer conducía, mirando cómo Blair hacía un gran esfuerzo por continuar ocultando que se sentía terrible, se preguntó si recordaba lo que le había propuesto la noche anterior. Pensaba que sí, pues recordaba muy bien lo que había dicho en la cena, pero no había mencionado nada sobre la idea de vivir juntos. Eso lo puso algo nervioso, porque sabía que su novia era una persona sensible, y pedirle que se mudara con él no sonaba como algo que se tomaría a la ligera. Tampoco sabía cómo mencionar algo relacionado con aquella oferta de trabajo.
