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CAPÍTULO SIETE Oh, estoy enamorándome
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Blair intentó dormir una siesta antes de salir de su apartamento e ir al bar en donde festejarían el cumpleaños de Spencer, pero no pudo pegar un ojo. Se alegró de saber que le gustó el poco convencional regalo que le dio, pero otra parte de ella continuaba revisando su teléfono, esperando al menos un mensaje con dos palabras de parte de cualquier persona. Literalmente, quien sea. Estaba acostumbrada a no recibir mensajes en su cumpleaños, pero cada año tenía la pequeña esperanza de que alguien lo hiciera. Tal vez debía dejar de pensar que existía ese día. A partir de ese momento, sería el día exclusivo de Spencer.
Tendría que pedir un taxi para llegar al lugar. Todos iban a asistir, y estaba más que segura que más de uno de ellos tomaría copas de más y despertaría con resaca la mañana siguiente. Ella no sería esa persona. Se sentiría demasiado apenada si la vieran en ese estado, porque solía hablar de más. No iba a dar información sobre sus sentimientos de ese momento.
Terminó de vestirse con una falda y suéter, ya que estaba por empezar el otoño y esa ciudad no esperaba mucho para que los climas fríos la dominaran. En vista de que habían planeado que todos hicieran un esfuerzo para lucir como vaqueros después del regalo de Blair, ella tenía la suerte de todavía tener aquellas botas blancas que tenía desde que estaba en la universidad. Su mejor amiga de la facultad se las había regalado en uno de los últimos cumpleaños que realmente celebró, pues Blair también era una aficionada de los vaqueros, ver películas del medio oeste cuando era niña era lo que más disfrutaba hacer con su papá. Era lo único que tenían en común.
Su corazón se saltó un latido cuando escuchó su teléfono sonando. Brincó hasta la cama, intentado revisar antes de contestar quién era.
Pero solo era Emily.
—Hola —respondió la rubia, disimulando su decepción—. Ya estoy por salir.
