Capítulo 2

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29 de diciembre de 1920.

Esa tarde después de volver de la clínica recibí una carta de Albert, era muy corta, como solían ser a veces sus cartas.

Querida Candy

En vista de que ya pasó la navidad, y sé que es muy importante para ti celebrarla en el hogar. Te importaría venir a Lakewood a hacerle compañía a tu viejo amigo. Sí aceptas, Georges estará mañana por allá llevando algunos regalos, puedes venir con él. Pasaremos el año nuevo aquí sólo tú y yo y la servidumbre, no tengo ganas de socializar, acepta mi loca invitación querida Candy, te estaré esperando ansioso.

Albert.

Llegué a la mansión al día siguiente, todo estaba muy cambiado. Al principio pensé que solo era impresión mía porque había pasado mucho tiempo desde que había estado en esa propiedad. Más me sorprendió ver a Dorothy de nuevo, era la única persona del servicio a quien conocía. No dude en abrazarla cuando me recibió, yo estaba muy feliz de ver a mi vieja amiga de nuevo, hablamos brevemente antes de que me contara que los Legan habían vendido su casa y que no habían vuelto a portar por el lugar.


—La casa estaba un poco abandonada, pero desde que llegó el señor Georges hace un mes todo comenzó a cambiar...contrato nuevo personal. También un nuevo jardinero, un nuevo mayordomo.

Pero a mí me parecía que estaba todo muy hermoso. Si no hubiese Sido invierno yo hubiese corrido directo a los rosales de Anthony.

No pude ver a Albert hasta casi la hora de la cena. Por ordenes de él me habían asignado una habitación mucho mejor que la antigua habitación que tuve en esa casa cuando el me tomo bajo su protección. O mejor dicho el Tío Abuelo William. Dorothy me ayudó a acomodarme y como antes se empeñó en atenderme como doncella. Lo vi innecesario, pero no me resistí mucho a qué me ayudara con mi cabello y a escoger la ropa.

El señor mando a preparar una cena especial para recibirla. Me dijo Dorothy. 

 Albert apareció de pronto en la habitación. Apenas lo vi me lancé a sus brazos. Hacía tiempo que no nos veíamos. Estaba ligeramente bronceado, vestía elegantemente. Cómo siempre. Ya no usaba el pelo largo, me pareció verlo más alto y varonil. Pero no le preste mucha atención a eso, yo simplemente me refugie en sus brazos y lo bese en la mejilla.

Cenamos y luego nos fuimos al saloncito para tomar café. Cerca de la medianoche seguíamos hablando, como en los viejos tiempos. Pidió una botella de vino para los dos. Yo no estaba acostumbrada a beber, pero sabía disfrutar de una copa o dos. Estábamos sentados en el sofá uno muy cerca del otro con la chimenea encendida, escuchábamos música de un tocadiscos... De un momento a otro comenzamos a tocarnos las manos. Me gustó ese contacto. Después de servir la segunda copa, se sentó más cerca de mí. Bebimos unos cuantos sorbos y en un movimiento seductor que yo desconocía me quito la copa de las manos y se acercó más. Podía sentir su aliento.

—Candy, no sabes lo feliz que estoy de que hayas aceptado venir...

—Yo estoy feliz de haber venido.

— Quiero decirte algo que he guardado por mucho tiempo, y creo que llegó la el momento de hacerlo... Yo te amo Candy...

— Siempre me has querido Albert.

— Pero esto es distinto, es cierto siempre te he querido, te quiero, pero también te amo. Cómo un hombre ama a una mujer.

 
Albert...balbucee

— Espera, escúchame, sé que esto puede ser extraño para ti, nuevo o algo diferente. Pero te has convertido en una mujer, muy bella. Yo deseo con todo mi corazón que te des una nueva oportunidad en el amor conmigo. Si lo deseas, puedes pensarlo. Pero yo ahora, muero por besarte.

Mi PecadoWhere stories live. Discover now