Capitulo 21

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Contenido adulto, con escenas eróticas y sexuales. 

Candy no apuró al taxista que la llevaba a Broadway, pero en medio del tráfico cuando se dirigía al teatro, tuvo tiempo de darse cuenta, que su guapo exnovio debía entenderla perfectamente, después de todo él también había sido apartado de su madre, y la amaba tanto que no deseaba lo mismo para ella misma ni para su pequeño príncipe. Tenía que perdonarla por haberlo echado tan fríamente ese día. Pero el castaño también ignoraba que las cosas habían mejorado con Albert, que le había pedido perdón y se apartaba de ella para sanar su corazón también herido. Al final, había tres corazones heridos, lo que suele pasar en medio de una situación en la que se forma un triángulo amoroso como el que ellos habían formado por giros del destino. La rubia esperaba que ahora la historia no pasara entre sus dedos, no volver a llegar tarde, ganarle una finalmente al destino.

—Señorita, llegamos. Le dijo el chofer.

—Muy bien, gracias, le pago enseguida.

—¿Espere, pero viene a este teatro?

—Si, dijo ella levantando el rostro.

—Hoy los teatros están cerrados señorita...

—Queeeee no puede ser... está seguro.

—Compruébelo usted misma, mire a su alrededor.

—Entonces, espere, déjeme buscar una dirección, por favor, lléveme a otro lugar.

Candy creyó que se le caía el mundo encima, no hallaba su monedero, estaba muy nerviosa.

—espere por favor, le insistía al caballero del taxi.

—No se preocupe, la voy a esperar.

—¡Aquí esta...disculpe, lléveme a esta dirección! No sé a dónde queda exactamente.

—Es muy cerca de aquí.

A la rubia le temblaban las manos, muchos más que cuando enfrentó su primera larga operación en Boston, porque básicamente todo su futuro dependía de ese encuentro con Terry. En su estómago no dejaban de revolotear mariposas, eso no le había ocurrido en mucho tiempo, cuando el estuvo en Boston, cuando lo vio sentado en las escaleras de su edificio ella sintió esa misma sensación. Cuando se aparecía de sorpresa en el hospital, las veces que lo hizo, cuando la invitó al teatro, cada gesto de Terry hacía que su corazón herido latiera de nuevo dentro de su pecho, pero ella no les había prestado la suficiente atención a estas señales. Estaba tan triste por lo ocurrido con Albert, estaba tan herida y desorientada, tan perdida, en su propio dolor y angustia. Pero en ese momento, de camino al departamento del castaño ella comprendía que él siempre había estado ahí para ella, y que cuando se dijeron todo cuanto se querían cerca del lago de la casa de Lakewood, en la colina de Pony era tan cierto, pero estaba dormido, ella había apartado sus sentimientos para amar a Albert, como ella creyó que el rubio se lo merecía. Todo era más claro para ella, se había dado una oportunidad en el amor con Albert, con su querido Albert, que había terminado muy mal. ¿por qué no darse una oportunidad con Terry a quien no dejaba de amar? Siempre lo había amado, como olvidarlo, si ellos habían sido todo el uno para el otro hasta la separación en el hospital.

Con Albert se sentía plena, feliz, llena, amada, todo era más sencillo con él, todo estaba por sentado. Deseaba más que nada hacerlo feliz. El amor por Terry le ardía hasta la piel, por él era capaz de atravesar el mundo una y otra vez, el amor de Terry era arrebatador, ciego, sin límites, irreverente, arrasador. Él era el cielo y la tierra, fuego y nubes de algodón. Era hermoso, y era triste, era simplemente él y lo adoraba. Ahora lo sabía, estaba dispuesta a luchar por Terry, como nunca estuvo dispuesta por Albert. Quizás si ella no hubiese sido una niña tan impresionable, como cuando se presentó lo de Susana, ella hubiese luchado antes por él de la misma forma en la que ahora lo estaba, pero ella en el pasado siempre estuvo en desventaja, Susana era frágil y vulnerable, se había sacrificado por Terry como nadie, le debían mucho, no habrían podido seguir adelante dejando a Susana a un lado, abandonada.

Mi PecadoWhere stories live. Discover now