Capitulo 8

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No sería difícil encontrar a Neal, siempre había escuchado de boca de Albert que era un ludópata, y que pasaba las noches en las casas de apuestas clandestinas de esas que abundaban en Chicago y que eran administradas por la mafia. Pero yo no me podía meter de casa de apuestas en casa de apuestas, así que busque un hotel, arrende una habitación y le pedí al chofer que le llevara un recado a Neal a la mansión de los Legan, le pedí encarecidamente que se lo entregara personalmente, que no se lo dejara a Eliza, era con Neal quien yo quería hablar.

Ya yo tenía un presentimiento, Albert y Cassandra debían estar relacionados, yo quería solo confirmarlo, saber si ya estaban comprometidos, o casados, conocer la verdad para poder enfrentar a Albert cuando se le diera la gana aparecer por Lakewood. Lloré a solas en esa habitación, le di rienda suelta a toda mi amargura. No podría creer que Albert fuera capaz de engañarme con otra mujer. Como era capaz de hacerme el amor y decirme que me amaba, pedirme una y otra que le reafirmara que era completamente suya... si me engañaba. Me comportaba como una romántica en ese momento, no sabía hasta entonces que la verdad superaba esta suposición mía.

Yo sólo suponía que él había sido deslumbrado por una mujer superior a mí, más bonita, elegante y sofisticada, una mujer con clase y apellido. Yo era una mujercita proveniente de un orfanato, que él quiso convertir en una dama y yo rechace ese tipo de educación que él quería darme, yo era simplemente una chica de campo, una joven enfermera, ingenua y sin apellido. Después de revelar su verdadera identidad, Albert había dejado de ser un vagabundo, el hombre de gafas sencillo y humilde que yo había conocido. Siempre había sido muy guapo, pero el dinero le proporcionaba trajes finísimos, que dejaban ver su distinción, resaltaban su varonil imagen. Era un hombre tremendamente atractivo, y además con una fortuna que yo no podía ni siquiera llegar a imaginar, lo tenía todo, fortuna, poder y porte. En que estaba pensando cuando creí que había por fin alcanzado mi felicidad, nunca la felicidad ha estado a mi alcance, había perdido a Anthony, a Terry... pero Albert... Albert siempre estuvo allí a mi lado consolándome del dolor de mis perdidas... estaba convencida de que tú eras mi felicidad Albert.

¿Qué precio debía pagarle a la vida para ser feliz?

El chofer regresó, con un recado de vuelta de Neal. Debía esperarlo en una hora en el bar del hotel. Era tiempo para calmarme y que él no notara que había estado llorando. En ese tiempo llame a la mansión de las rosas para hablar con Dorothy, quería saber de William. Por suerte, se estaba portando muy bien, le pregunté si Albert había llamado y no lo había hecho. Era extraño, él no dejaba de llamar cuando se encontraba fuera de Lakewood, era imposible que sospechara nada, la última noche yo ignoraba todo, ni siquiera sospechaba de él, sólo tenía estos extraños presentimientos y haba notados sus cambios de humor, pero todo se lo atribuía a las presiones de su trabajo.

Cerca de la hora de mi cita con Neal bajé al vestíbulo y pregunté por el bar, Neal no había llegado todavía, así que me senté en una mesa vacía, el muy patán me hizo esperar por casi media hora, por fin apareció, esa facha con pretensiones de dandy que había adquirido al hacerse un hombre.

—¿A ver qué es lo que quieres conmigo Candy? Pero primero, pidamos una botella... cortesía de William Andrew...

—Está bien pide lo que quieras, yo pago.

—Bien, comenzamos a entendernos.

El muy patán pidió la botella del mejor whisky que tenían en el bar. Cuando la trajeron y le sirvieron el primer trago, encendió un cigarrillo y se echó hacia atrás en la silla.

—Si te hubieses casado conmigo no estuvieras pasando por estas...

—No, vine a hablar eso Neal.

Mi PecadoWhere stories live. Discover now