Capitulo 14

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Contenido adulto, con escenas eróticas y sexuales. 


No podía dormir, Candy daba vueltas de un lado a otro en la cama y ya era demasiado tarde para continuar despierta. Se levantó de nuevo sin hacer mucho ruido, aunque era casi imposible el piso de madera crujía cada vez que ella afincaba el pie sobre este. Así que de puntitas se acercó a la cuna para ver a su hijo dormir, después se acercó a la ventana. Una corriente de aire se colaba por un pequeño agujero del vidrio, también producía un silbido, la calle estaba desierta, y es que eran ya las 2 de la madrugada. No podía de dejar de pensar en él, y en lo mucho que extrañabas las noches a su lado, hacía más de un mes que ya no lo veía.

Recordó los lindos días en Lakewood cuando sólo estaban ellos solos, y después cuando William llegó para hacerlos tan felices. Aquellos días estaban grabados en su corazón, y que debía sepultar para siempre si quería en verdad volver a tener una vida normal, en la que sólo su hijo fuera lo único importante. Meneo la cabeza para sacudirse los recuerdos, pero si volvía a cerrar los ojos podía ver la intensa mirada azul cielo de los ojos de Albert sobre ella, su dulce sonrisa y su imponente figura sobre ella abrazándola, y sus labios sobre los suyos susurrándole que la amaba mientras le hacía el amor. ¿A dónde había quedado ese Albert? Se preguntó, su príncipe de la colina, cómo había sido capaz de lastimarla tanto, de abrirle un hueco en el corazón y dejarla casi como un cascaron vacío... Dios, Albert la había ayudado a seguir adelante cuando ella se sintió así de mal, así de infeliz, devastada por el rompimiento con su amado Terry, limpiando sus lágrimas, cuidándola, consolándola. Después creyó que su príncipe de la colina era finalmente el amor verdadero, lo creyó honestamente y se entregó a esa creencia sin miedo, porque se trataba de él, de Albert, para dejarla vacía de nuevo. Así como esa noche, pensó.

¡Así de vacía! Como Por... sus labios temblaron... por Terry. Esa noche desgraciada de frío invierno.

Terry, suspiró. Mi hermoso muchacho del San Paul... siempre era difícil recordar ese vacío tan hondo hasta el estómago sin que Terry viniera a su memoria. Desde aquella separación en las escaleras del hospital había luchado para olvidarlo, para seguir adelante y tratar de ser feliz, y cuando en verdad lo intento, había pasado todo con Albert, por qué la vida era así de injusta con ella. ¿Por qué si las cosas iban a suceder así, el destino se empeñó en apartarla de nuevo de Terry cuando este había quedado libre y quizás podían volver a empezar?

Si me hubieses buscado Terry... si tan solo te hubieses acercado a mi antes de que lo intentara con Albert, las cosas serían tan distintas. Gruesas lágrimas comenzaron a caer por el rostro de Candy. No has cambiado en nada Terry, sigues siendo el mismo muchacho bueno del colegio.

Mi mocoso engreído, qué siento por ti, porque también te extraño, hace un mes que no te veo, prometiste venir y no lo has hecho. Debes estar muy ocupado, siendo ahora un actor tan importante.

Ahora no tenía nada que ofrecerle, nada ni a él, ni a nadie, tenía un profundo hueco en su corazón, era como si los hubiese perdido a los dos para siempre. No habría para ella otro como Terry, pero tampoco como Albert...

Así como esa noche, pensó, estaba con las manos vacías.

¡Dios ayúdame esto es tan confuso! Ay, Terry como arrojo ahora el peso de mi corazón como me enseñaste a hacerlo con Anthony.

Candy volvió a la realidad cuando escuchó a William removerse en la cuna... y comenzar a quejarse a punto de llorar, caminó los pocos pasos que la separan de la cunita y lo tomó en brazos.

—Shu Shu no llores mi príncipe o despertaras a Dorothy.

Candy lo llevó a su pequeña cama y colocándolo a su lado y ella con su cuerpo girado hacía él le ofreció su pecho, comenzó a acariciar su cabecita, los lindos mechones de rubio cabellito que comenzaban a crecer, él a veces la miraba con sus ojos azules transparentes y hermosos... cada día más parecido a Albert después de tomar y saciarse el bebé volvió a quedarse dormido ella lo devolvió a la cuna y se metió en la cama para intentar dormir, no valía la pena seguir desvelándose pensando una y otra vez lo mismo. Tenía trabajo en la mañana, después de buscar una plaza de hospital en hospital, por fin había encontrado hacer algunos turnos en una pequeña clínica ambulatoria, no le pagaban mucho porque apenas hacía turnos sueltos. Pero era eso o nada, en sus horas libres seguía buscando algo mejor, pero ninguna vacante con suficiente paga estaba disponible, y mucho menos cuando le preguntaban por su estado civil y ella revelaba que era madre soltera, la veían como un problema.

Mi PecadoWhere stories live. Discover now