Capitulo 3

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A la mañana siguiente Albert no se fue de la habitación de Candy hasta que ella despertara, había pasado la noche inquieta y él estaba preocupado por su salud y la salud de su hijo.

Estaba decidido en ir a Chicago y enfrentar de una vez por todas a la Tía Abuela para librar los obstáculos que no le permitían casarse con Candy. Él regreso de Terry en sus vidas lo había trastornado completamente se sentía celoso, diabólicamente celoso por la visita del castaño.

Recordó ese encuentro con el actor en Nueva York. Sentados en ese restaurant Terry le había confesado que tenía intenciones de buscar a Candy, por el eso le había preguntado por ella, por eso quiso saber dónde vivía. Albert se había movido con más habilidad, invitando a Candy a Lakewood justo para la fecha en la que Terry terminaba su temporada de teatro. El rubio pensó muy bien sus movimientos, ya tenía planeado ir a la mansión de Lakewood para descansar un poco no del trabajo, no podía como en el pasado huir de sus responsabilidades como el patriarca de la familia Andrew, pero si de las presiones de la Tía Abuela.

Abandonó la habitación y fue en busca del mayordomo, para pedirle que enviaran por un médico para examinar a Candy. No saldría de Lakewood sin estar seguro de que la rubia estuviera bien. Le ordenó a Dorothy que le llevarán el desayuno a la cama. Regresó para ver si ella había despertado.

Efectivamente cuando volvió ella estaba en pie, frente al tocador, peinando su cabello. La vio allí en bata de dormir y su crecido embarazo. Se marcaba la curva perfectamente. El de acerco para abrazarla...

—Por favor vuelve a la cama...mandé a llamar al doctor.

— Por qué, estoy bien.

— Me preocupe por lo de anoche.

— Te digo que estoy bien. Solo fue producto de mi enfado.

— Insisto, vuelve a la cama. Vas a desayunar en la cama y guardarás reposo hasta que regrese..

— ¿A dónde vas?

— Iré a Chicago...

— Pero si acabas de llegar. Albert te necesito a mi lado, no quiero que te vayas...

— Y yo necesito ir Chicago.

Comenzaban a discutir de nuevo.

Con la serenidad que lo caracterizaba Albert se sentó en la cama junto a ella. Y le dijo con suavidad acariciando su rostro.

— Pequeña por favor... No me hagas las cosas más difíciles. Iré a Chicago a atender unos asuntos y regresaré a más tardar mañana lo prometo.

Candy se sentía desesperada, no quería estar sola, odiaba la idea de que Albert no regresara tan rápido como lo anunciaba. Lo odio por dejarla en ese momento, cuando el encuentro con Terry la había dejado débil y frágil. Tomó su desayuno con desagrado, sólo porque tenía que alimentarse bien y tomar vitaminas por su embarazo. Deseaba con todo su corazón salir corriendo encontrarse en la colina y trepar a un árbol. Quería ser de nuevo una niña y refugiarse tras la señorita Pony, lo que sucedía es que comenzaba a extrañar su hogar, a sus maestras. Aunque estaba muy ilusionada con su hijo, y la idea de poder formar una familia con Albert, así ya no sería nunca más una huérfana.

— Buenos días...

Dorothy con la bandeja del desayuno interrumpió sus pensamientos.

Albert se levantó enseguida y la recibió él la bandeja. Se volvió hasta Candy y se sentó frente a ella, acomodando la bandeja, mirándola fijamente para que comenzara a comer.

—Dorothy por favor, cuida bien de la señora, yo iré a Chicago y vendré mañana.

Albert miró nuevamente a Candy enfatizando en su pedido.

Mi PecadoWhere stories live. Discover now