Capitulo 5

782 95 171
                                    


Nueva York, 21 de abril de 1922

Terry llegó muy temprano a su cita. Era su costumbre la puntualidad, como buen británico, miró su reloj de bolsillo y se dio cuenta de que todavía faltaba unos minutos para que su acompañante llegara, se acercó a uno de los meseros para preguntar si podía ocupar una mesa, no quería esperar en la barra. Pidió la más alejada del lujoso restaurant y lo llevaron hasta ella. Le dijo a quien esperaba, y dándole una propina le pidió al empleado que llevara a su acompañante hasta donde él estaría apenas llegara.

Terry encontró muy astuto que Albert pidiera hablar con él en un restaurant muy conocido de Manhattan.

No hubo cortesías, apenas el rubio Andrew llegó a la mesa Terry lo miró frunciendo el ceño y sin darle la mano como en otras ocasiones lo invitó a sentarse. Antes de comenzar a hablar, el castaño prendió un cigarrillo, y le ofreció uno a Albert.

— ¿Sabes que no fumo?

—Ah como estas tan cambiado últimamente... bien al grano... ¿Qué quieres Albert?

—Que hablemos. Y creo que sabes de que exactamente quiero hablar contigo. ¿A dónde está?

—No está conmigo...

—Sé que no está contigo...

—Claro que lo sabes, si tienes a uno de tus perros vigilando mi departamento. ¿Por qué no la dejas en paz? No voy a mentirte, sé a donde está, pero pasa que ella no quiere verte señor Andrew.

—Necesito verla a ella y a mi hijo.

—Ella no quiere verte... entiéndelo.

—Quiero que me lo diga ella misma.

—Porque no tienes un poco de dignidad y te alejas. Déjala en paz, por una vez en tu vida has lo correcto y permanece alejado de ella tal como ella lo desea. Déjala que se recupere, que sanen sus heridas. Le rompiste el corazón. Por lo que más quieras, ya deja de buscarla.

—Lo que más quiero es a ella y a mi hijo. No te dejaré el camino libre Grandchester.

—¿En serio? Eres tan básico señor millonario Andrew...

Terry se burlaba de Albert con sonoras carcajadas, lo que molestaba más al rubio.

—No seas absurdo porque te burlas...

—Amo a Candice White más que a mi vida, la amaré por el resto de mis días. Pero lo último que hare será intentar seducirla con una estrategia tan barata. No me voy a aprovechar de ella en estos momentos. Soy lo que tú nunca has sido, un caballero, y ella es una dama y la tratare como se lo merece una dama.

—Yo no me aproveche de ella... estábamos enamorados, sé que ella me amaba me lo demostró muchas veces... te la quité y eso te arde Grandchester.

—¡Me la quitaste! Maldito imbécil... tú sabias que yo quería buscarla, te lo dije esa vez que nos vimos y tú qué hiciste... dime señor Andrew qué hiciste... se te olvida que me lo confesaste esa noche... ¡tu saliste corriendo a Lakewood, te la llevaste contigo...! La envolviste no se con argucia y te la quedaste como un premio.

Terry saco otro cigarrillo de una costosa cajetilla de oro, la cerró golpeándola fuerte.

—Nunca obligue a Candy a nada que ella no quisiera... yo la amo sinceramente. Dile que quiero hablar con ella o me veré obligado a tomar medidas.

Terry se levantó abruptamente de la mesa por encima de esta se acercó a Albert. Trataba de controlarse, pero la rabia lo invadía.

—Escúchame bien señor Andrew... no te acercarás a Candy hasta que quiera verte. Si intentas algo en contra de ella te las verás conmigo. No te tengo miedo Albert... primero tendrás que matarme para volver a hacerle daño. Cuando ella este lista hablara contigo, al fin y al cabo, tú eres el padre de William.

Mi PecadoWhere stories live. Discover now