Capitulo 9

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Las horas pasaron muy lento para Candy, estaba a solas en su habitación, sentada en un sillón mirando por la ventana. William dormía en su cunita ajeno a todo lo ocurrido con sus padres. Dorothy le había traído la cena y aquella bandeja reposaba sin tocar en una mesita, el bebé comenzó a moverse inquieto en la cuna y seguidamente comenzó a llorar, Candy se movió enseguida para cargarlo, lo llevo con ella al sillón y le ofreció su pecho. Volvió a quedarse ida mientras el pequeño bebecito se aferraba al pecho de su madre, le tomó un buen rato volverse a quedar dormido, ella lo regresó a la cuna, y de nuevo se sentó en el sillón, no dejaba de pensar en todo lo que había sucedido, en como su vida se había desmoronado en tan solo horas.

Por minutos miraba hacia la puerta de la habitación de Albert, había evitado entrar a ese espacio desde que había llegado esa mañana a la casa. Tampoco había contestado las repetitivas llamadas que el rubio le hizo durante el día.

—Dile que William está bien... no quiero hablar con él Dorothy.

Esa había sido su respuesta a cada uno de los llamados.

Candy sospechó que él no había subido al tren para ir a Nueva York como se lo había informado Neal Legan.

Cerca de la tres de la mañana ya había recorrido todo el segundo piso de la mansión y bajó las escaleras en dirección al despacho, pero cuando llegó a la puerta apenas la entornó, el olor de aquel lugar se lo recordó de inmediato, y se arrepintió de entrar. Contuvo su llanto por unos segundos, pero finalmente las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Un sollozo escapó de su boca y terminó resbalándose por la puerta hasta caer al suelo. Permaneció llorando y abrazada a sus rodillas por un buen rato, desahogando todo su dolor.

Después de limpiar su rostro regresó a su habitación, miró a su bebé y fue por una maleta, la puso sobre la cama y fue hasta el vestidor, y comenzó a escoger lo que consideraba más útil en su totalidad vestidos de diario, lencería y ropa de dormir, dobló con paciencia acomodando muy bien cada pieza en la maleta para que cupiera la mayor ropa posible. Armó otra más pequeña con ropita de William, y luego examinó su alhajero, estaba llenó de joyas, incluso algunas ni siquiera las había usado nunca, todos regalos de Albert. Se preguntaba que hacer con ellas, tenía en sus manos una pequeña fortuna, las devolvió a su lugar y volvió al sillón, para seguir pensando, volvió a levantarse y fue por una ducha, antes de las seis de la mañana ya estaba bañada y vestida.

Dorothy entró con el desayuno y fue sorprendida por aquella escena, la cama estaba hecha intacta lo que le indicaba que su patrona no había dormido en toda la noche, y había un equipaje hecho al cerca de la puerta. Además, la bandeja de la cena estaba intacta también.

—Señora Candy, piensa ir al hogar de Pony.

—No, Dorothy, me iré mucho más lejos. Pero es mejor que no te lo diga para que no te veas en la necesidad de mentir.

—Pero no puede irse así tan lejos con un bebé tan pequeño, usted sola.

—No te preocupes estaremos bien.

—Me iré con usted, no pienso dejarla sola.

—Dorothy, mi querida amiga... no puedo hacerte esto, no sé si podría pagarte un salario como el que aquí recibes, ni siquiera sé a dónde voy a vivir.

—Pero qué es lo que piensa hacer...

—Trabajar Dorothy, buscar un puesto en un hospital y volver a la enfermería... comenzar una nueva vida sin Albert.

—No la dejaré sola, no puede trabajar y cuidar a William al mismo tiempo, quien va a ayudarla... me necesita y yo quiero ayudarla.

—Al parecer nada de lo que te diga te hará cambiar de opinión?

Mi PecadoWhere stories live. Discover now