Capítulo 23

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Esa tarde, Eleanor agasajó a la pareja de novios con un exquisito almuerzo, pero además con un pastel como postre para su hijo, ese día era su cumpleaños, pero él nunca se lo había mencionado a Candy, a pesar de que sólo con ella él era capaz de abrirse, de compartir sus sentimientos, sus aspiraciones, y sueños.

—¿Terruce Grandchester por qué no me dijiste que era tu cumpleaños?

—Pecosa, no tiene importancia.

—¿Cómo que no tiene importancia? La pecosa le reclamaba mientras lo pellizcaba debajo de la mesa para que Eleanor no se diera cuenta.

—Hijo, la verdad debo estar de acuerdo con Candy, por qué no le dijiste que era tu cumpleaños.

—Es imperdonable... insistió la rubia pecosa.

—Candy, querida porque no te quedas y hacen algo esta noche para celebrar... ir a cenar o a bailar... hijo ¿por qué no invitas a tu prometida a cenar?

—La invitaría con gusto, pero mi prometida debe regresar a Boston, tiene un trabajo mamá.

—¿En verdad no puedes quedarte Candy?

—Terry tiene razón debo trabajar mañana y Dorothy no vino conmigo no tendría con quien dejar a William.

—Pues en esta casa, puedo pedirle a una de las mucamas que lo cuide, y yo estaría muy al pendiente de él. Estaría bien cuidado, te lo prometo.

—Mamá, no insistas estas apenando a Candy, sé que tienes buenas intenciones, pero ella desea regresar a Boston hoy, yo iré con ella, y regresare mañana después del desayuno.

—Está bien, no quise incomodarte Candy.

—Lo sé, será en otra ocasión.

—Ahora cuéntenme algo, ¿Cuándo van a casarse? ¿se casarán aquí o en Boston?

—Todavía no tenemos una fecha... y nos casaremos en el hogar de Candy. Yo debo hablar con Robert para fijar una fecha, lo único que sabemos es que deseamos casarnos lo antes posible.

Mientras terminaban de comer una de las empleadas de Eleanor se acercó al comedor para avisarle a Candy que William había despertado y preguntaba por su mami. Ella se disculpó enseguida para ir a atender a su pequeño príncipe, que estaba durmiendo después de que le dieran de comer en la habitación de Terry. Él también quiso ir con ella, pero Eleanor lo retuvo para conversar con él a solas.

—Hijo, tengo que hacerte un reclamo.

—¿De qué hablas? Terry puso cara de susto, pensó por un momento que su madre tenía alguna objeción a su matrimonio con la pecosa. Tu acaso no estás de acuerdo... tienes una objeción...

—Sí, sólo una... ¿por qué Candy no tiene un anillo en su mano?

—Terry respiró aliviado. Ah era eso, la falta de anillo.

—Nadie sabrá que es una mujer comprometida si no lleva un anillo hijo.

—Tienes razón, pero sucede que fue algo imprevisto, no sabía que iba a verla, las cosas no habían terminado muy bien entre nosotros la última vez que nos vimos, y ella vino a mi departamento, y todo se resolvió. Ella me dijo que me amaba...

—Terry, Candy siempre te ha amado... incluso cuando la trajiste hace meses con su hijito enfermó yo vi en sus ojos cuanto te amaba.

—Pero... ella estaba con él. Tuvieron un hijo...

—Mi niño, la soledad a veces nos empuja a hacer cosas que incluso se pueden confundir con el amor. Y no puedes negar que ella es una muchacha tan bonita, por dentro y por fuera, cualquier hombre estaría feliz de tenerla a su lado, y el señor Andrew es también un hombre muy atractivo, y por lo que tú me contaste es un buen hombre, a pesar de sus errores. Es posible que el también buscara en ella llenar su soledad, y ella en él seguridad, sentirse amada, acompañada.  Pero eso forma parte del pasado, ella ahora está aquí contigo y es lo importante, que recuperen el tiempo perdido. Entonces dicho esto, vamos a mi habitación, resolvamos el tema del anillo.

Mi PecadoWhere stories live. Discover now