Capitulo 13

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Capitulo inspirado en esta canción de Gianluca Grignani, que es mi cantante italiano favorito, y además se parece mucho al Terry de mi imaginación y de esta historia. 

Muchas gracias a todas hemos llegado a 3 mil lecturas wuaooo. 


Nueva York marzo de 1922

Dos hombres y un destino 

Albert colgó el teléfono luego de la llamada que había hecho, apenas podía creer lo que estaba pasando, de nuevo. Se derrumbo sobre la silla de su finísimo escritorio, en un arranque de ira golpeó con todas sus fuerzas la superficie de madera con el puño de la mano, y tiró al suelo todos los papeles que tenía a su alcance. Sentía su corazón acelerado, casi a punto de estallar, Candy lo había hecho de nuevo, le había engañado, habían pasado más de cuarenta y ocho horas desde que salió de Nueva York rumbo a Lakewood y en la mansión de las rosas no tenían noticias de ella. Volvió a levantar el teléfono para comunicarse con su secretaria, le pidió que llamaran a Georges Jonhson de inmediato. Se sentía mareado, él no era muy bebedor, pero en esos momentos necesitaba un trago, en esas estaba cuando el fiel Georges apareció en la oficina.

—¡No está en Lakewood!

—¿Quién no está en Lakewood William?

—¡Candy! Candy no está en Lakewood... desapareció de nuevo, y ahora vayamos a saber a dónde estará. ¡Maldita sea Georges!

—Por favor debes tranquilizarte, debe ser un error, quizás se fue al hogar de Pony... yo mismo la acompañé a la estación, la vi subir al tren con el bebé en brazos.

—¡Pues no está en ninguna parte! ¡Desapareció... ya hablé con Archibald, no está en Chicago, ¡no está en Lakewood y tampoco en el hogar!... acabo de colgar con el mayordomo de Lakewood y no llegó, envió al chofer al hogar no llegó tampoco allá!

Albert comenzó enseguida a reprocharse no haber provisto de una casa, o un departamento en Nueva York o en las afueras para tener a Candy y a William más a su alcance. Había sido un estúpido al caer en la trampa de la pequeña pecosa rubia, cómo no pudo imaginarse que ella que una vez atravesó el océano como polizonte no iba atreverse a llevarle la contraria y aventurarse a quién sabe dónde sola, y con un bebé en brazos.

—¡Quiero que las busques hasta debajo de las piedras Georges! Candy no ve maldad en las personas, y quien sabe a dónde se habrá metido con mi hijo. Por un demonio, es tan osada que es incapaz de ver si se pone en peligro ella o el bebé.

Albert se sirvió otro trago y lo bebió sin respirar. Escuchó que la puerta se abría y volteo con violencia-

—Espera, vamos a un lugar.

Tomó su saco y su sombrero y después de dejar el vaso de cristal sobre el escritorio abandonó la oficina sin importarle que tenía una agenda llena de compromisos ese día. Albert entró a toda prisa al ascensor solo allí le dijo a Georges a quien irían a visitar.

Terry despertó esa misma mañana aturdido por los rayos del sol que se colaban por la ventana, había llegado tan tarde y tan cansado la noche anterior que no cerró las cortinas, así que aturdido por la luz que violenta entraba a su cuarto se levantó de la cama y dio unos cuantos pasos para cerrarlas y regresar a dormir. Estaba en esa tarea cuando escuchó que tocaban a su puerta.

—¡Maldición quién puede ser a esta hora! Dijo alterado y molesto mientras tomaba su bata y se cubría con ella.

Caminó con pereza por el pasillo, mientras escuchaba como los golpes en la puerta se acentuaban.

Mi PecadoWhere stories live. Discover now