5; Una lavada y me lo quedo

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Capitulo cinco

"Una lavada y me lo quedo"


Más días pasaban dentro del bosque sin que Anselin obtuviera las respuestas que quería. El demonio era ágil para escabullirse de las preguntas que estuvieran relacionadas sobre dónde se habían conocido. De no intentar ganar su confianza, el Príncipe hubiera acudido a métodos de torturas. Sabía de unas muy buenas que harían hablar hasta a un muerto.

En cambio, volvió a mostrar paciencia y perseverancia. No podía sacarle la verdad por las malas, así que no tenía más opción que hacerlo por las buenas.

Habían encontrado un buen lugar en el bosque. Más allá del centro, mucho más allá, había otro claro más pequeño. Pero era más que suficiente para ver la luz del sol o contemplar las estrellas. Daimon se había encargado de cortar ramas y ponerlas a secar bajo el sol para que el Príncipe tuviera algo para prender una fogata y calentarse durante la noche. Aunque a él le gustaba mucho rodearlo con su cuerpo, sabía que al Príncipe no le sentaba cómodo.

Dejó caer algunas ramas en el suelo, a sabiendas de que Anselin seguía todos sus movimientos. Podía sentir su irritación y como la disfrazaba con una sonrisa.

—Veo que a Su Alteza le gusta observarme —levantó una ceja.

—Me gustaría más que respondas mi pregunta.

—¿Estás seguro de que quieres pagar el precio?

El Príncipe rodó los ojos. Cada vez le era más difícil ocultar su molestia.

—¿Cuántas veces me vas a preguntar eso? ¡Te he dicho que no hay precio que no pueda pagar!, ¡Ya suéltalo!

Después de un largo silencio entre ambos y miradas fijas, el demonio tiró el resto de las ramas al suelo y caminó hasta él. Desconociendo sus intenciones, Anselin no se inmuto. Se llevó una sorpresa cuando Daimon se arrojó encima de su cuerpo posicionando su rostro muy cerca del suyo.

—Bien. Entonces lo diré —musitó—, pero antes Su Alteza debe pagar.

Como si el tiempo dejara de transcurrir, el demonio se acercaba lentamente a él con la intención en sus labios.

Anselin estaba desconcertado y como si su cuerpo hubiera reaccionado por sí solo, lo apartó de un empujón, levantándose a toda prisa.

Su respiración se había vuelto errática y su mirada incrédula y sonrojada miraba al demonio con desconcierto, quien le devolvió la mirada con ojos oscurecidos y penetrantes.

Sin decir una palabra, el Príncipe se alejó de él.

Daimon supo que hizo mal. Pero ese era el precio que le había puesto a sus miedos. Anselin no volvería a preguntar, ya que, no estaba dispuesto a pagar tan caro.



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El Príncipe Heredero y el Demonio del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora