23; Donde Daimon se comporta extraño

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Capitulo veintitrés

"Donde Daimon se comporta extraño" 



El país de Tinopai era asediado por los reinos que habían unido fuerzas para derrocarlos y quitarles poder. Incluso la iglesia, contando con su sede principal en el mismísimo país, había tenido la valentía para incitar esta guerra.

Significaba que no solo debían cuidar sus fronteras, sino también el corazón del reino.

Por supuesto, la iglesia tenía una fuerte influencia en la sociedad con la religión, manteniendo un intenso control en la vida de las personas; cosechando fieles creyentes y fanáticos que acatarían sus palabras con solo mencionar el nombre del Dios principal y los secundarios.

Si el vocero de la deidad suprema decía que éste quería que robaran, invadieran, secuestraran o mataran para él, ¿cómo podrían negarse al pedido del cielo? De todos modos, podían comprar el perdón de sus pecados para reducir el tiempo en el purgatorio.

¡No había pecado sin perdonar! ¡El Papa Obisp podía bendecirlos con el perdón eterno! A cambio de favores para la iglesia o cosas de valor, por supuesto.

De esa manera, durante años se las arregló para enviar gente para que matara al demonio, ofreciendo el perdón a cualquier pecado.

Incluso cuando el engendro aún era una criatura de apariencia horrible pero indefensa, fue más fuerte y hábil que cualquier hombre. La pequeña aberración mostraba tener instintos de supervivencia desde una edad muy temprana.

«―Es como un animal»―habían declarado los hombres que lo siguieron por la ciudad para matarlo―. «Tiene la apariencia similar a la de un niño muy pequeño, ¡pero se mueve y comporta como una alimaña! ¡Es aterrador!»

«―¡¡Me arrancó un ojo!!»―chilló un hombre corpulento ante el Papa. Porque, efectivamente, el niño de no más de tres años de vida, le había clavado las uñas y arrancado el ojo de un tirón.

Años más tarde, el niño demonio creció y a pesar de que ya no se defendía de una forma tan salvaje, seguía siendo escurridizo. Y eso no era todo; el pequeño Príncipe comenzó a rondar alrededor, completamente ignorando o desconociendo las malas lenguas sobre la existencia de la criatura.

«―Esto es malo, muy malo»―expresó Obisp―. «Ese engendro no puede seguir viviendo.»

Un clérigo a su lado, dijo igual de preocupado―: «Santidad, ¿acaso los cielos lo protegen? Después de todo, ese niño además de sangre demoníaca, también lleva la sangre de...»

«― ¡Sacrilegio!» ―lo interrumpió―. «No vuelvas a mencionarlo en voz alta. No importa de quienes provenga, los Dioses no bendecirían tal aberración.»

Poco después, la iglesia decidió que no podían continuar siendo cautelosos con la presencia de la criatura. Así fue que un día durante una misa de urgencia, revelaron lo que hasta entonces solo se especulaba:

«― ¡La apariencia deforme y grotesca del pequeño indigente, que mendiga avergonzando las calles de nuestro perfecto reino, no se debe a una maldición por los pecados de su madre! ―habló Obisp frente la multitud―. ¡Es peor! ¡Mucho peor! Nuestra deidad suprema se manifestó en mis sueños, revelándome que la criatura fue traída desde el Páramo de los demonios en el vientre de una humana. ¡Los cielos nos castigaran por el pecado de la mujer! ¡Es un demonio!

Por aquel entonces, no todos creían que fuera uno; algunos decían que una maldición pudo haber caído en el niño por culpa de la madre. Otros, que el Dios supremo castigó a la mujer con un hijo feo por ser una prostituta. De todos modos, lo trataban como tal, y quedaron boquiabiertos cuando la iglesia finalmente confirmó, de manera oficial, que era un demonio genuino.

El Príncipe Heredero y el Demonio del bosqueWhere stories live. Discover now