7; De vuelta al reino

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Capitulo siete

"De vuelta al reino"



La acogida en el reino fue revoltosa. La gente se había amontonado en las calles al ver finalmente llegar al heredero, acompañado de la guardia real y con el demonio atado con cadenas; siendo escoltado con espadas y lanzas que amenazaban con matarlo si intentaba hacer algo.

Los gritos de la multitud se mezclaban entre sí formando una oleada de insultos para el demonio y alabanzas para el Príncipe.

No fue cuestión de tiempo para que las palabras crueles fueran acompañadas de frutas y verduras podridas que eran lanzadas hacia Daimon, con la intensión de hacerle saber todo el desprecio que le tenían. Los restos se adherían por todo su cuerpo, incluyendo su cara que fue  manchada con tomate podrido y alguna otra cosa con olor putrefacto.

Anselin mantuvo su postura y sostuvo sus ojos al frente, esforzándose por ignorar la situación. Por el rabillo del ojo, observó cómo un hombre entre la multitud levantó una piedra del suelo y la lanzó directo a la cabeza del demonio, haciéndolo sangrar.

Detuvo su corcel abruptamente, deteniendo la marcha.

—¡QUIEN SE ATREVA A ARROJAR OTRA PIEDRA, SERÁ CASTIGADO! —levantó la voz de repente, sorprendiendo a todo el mundo.

El apogeo de la recibida cesó repentinamente, el silencio reino por un momento para luego convertirse en murmullos desconcertados.

Mientras avanzaban hasta el palacio, por órdenes del Príncipe los guardias reales impidieron que Daimon siga siendo atacado. La gente no entendía por qué el heredero protegía al demonio. ¿Acaso los rumores eran ciertos?

En el castillo todo el mundo corría de un lado a otro, anticipando la llegada de Su Alteza con el demonio. Las palabras se pasaban de boca en boca con rapidez hasta llegar al Rey que ya estaba enterado de la imprudencia de su hijo y el palacio se estaba preparando para la llegada del engendro. No hubo rincón vacío en donde no haya un guardia armado, y los sirvientes habían desaparecido hasta convertirse en sombras.

Al llegar a la puerta, fue recibido por un guardia. Anselin notó que temblaba. No hacía frío, así que supuso que sería de miedo.

—¡Príncipe Anselin, Su Majestad el Rey lo espera en la sala del trono! —le hizo saber— ¡Requiere de su presencia y la del demonio!

Se bajó del corcel sin siquiera molestarse en dirigirle la mirada a Daimon.

—Tráiganlo —ordenó.

Fueron escoltados y con cada paso dado los guardias en los pasillos apuntaban al demonio con lanzas, preparados para atacarlo si era necesario.

La gran puerta al trono se abrió, y allí parado vio a su padre. Su semblante era inexpresivo, pero podía adivinar que estaba furioso.

Sin perder el tiempo, apenas puso un pie en la terciopelada alfombra que encaminaba a su padre, se arrodillo ante él, —Majestad —pronunció—. Perdone mi tardanza. Mi incompetencia hizo que demorara más de lo necesario.

—Por lo menos eres consiente —dijo Tinop—. Te he ordenado hacer una cosa y me has desobedecido ¿Tienes alguna idea de las consecuencias que traerá tu decisión?

Anselin tragó, sintiendo la boca seca. Tenía muy en claro que lo que hizo está en contra de los deseos del Rey. No acatar una orden real podría significar la muerte, o en su caso, un severo castigo. No sabía qué era lo que pasó por su cabeza en el momento que decidió traer al demonio vivo al reino. No era propio de él actuar en contra de un mandato.

El Príncipe Heredero y el Demonio del bosqueWhere stories live. Discover now