11; Algo en el monte

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Capitulo 11

"Algo en el monte"

El Príncipe estaba sorprendido por el inesperado ataque y transformación del demonio. El delgado hilo que sujetaba la cordura de Daimon se cortó con rapidez en el momento que Anselin levantó su espada hacia él. Sus instintos demoníacos habían tomado el control y estaba fuera de sí; gruñó y escupió bocanadas de fuego que quemaron gran parte de la vegetación del jardín, comenzando un incendio que sería difícil de controlar.

Todos que al principio se habían mostrado llenos de gozo y expectantes de ver la cabeza del demonio caer, escaparon despavoridos para no ser alcanzados por las llamas.

Anselin tuvo una vista catastrófica frente a sus ojos. Y no era la primera vez, pero en esta ocasión se sentía diferente. Su cabeza estaba llena de estática y no podía hilar ni un solo pensamiento. Solo podía continuar con los ojos fijos en lo que ahora era Daimon. Horrorizado, asustado, preocupado y ansioso, eran solo uno de los pocos sentimientos que se manifestaban en su cabeza y corazón.

Lo vio volar y aterrizar en la torre más alta del palacio. Desde allí a la vista de todo el mundo, rugió de una manera escalofriante. Daimon estaba dejando salir todo su dolor y furia.

Sin perder más tiempo, el Rey Tinop rápidamente ordenó a gritos que todos los soldados del reino atacaran al monstruo. Tinop se castigaba por haber actuado demasiado tarde. Había sido demasiado permisivo con Anselin, a pesar de saber quién era en realidad el demonio y el peligro que significaba, confió de manera desmedida en las capacidades de su hijo.

El sonido metálico de las armaduras de los soldados que se preparaban para enfrentar al dragón y defender el reino, aturdían a Anselin haciendo que se sintiera más atrapado en su cabeza.­

Entonces, en medio del desconcierto y el miedo, sus ojos alcanzaron al trapo celeste en el suelo del escenario. Sus pies se movieron por si solos hacia él, recibiendo empujones de la multitud. Lo sujetó, y lo estudió con cautela. No sabía la razón, ni qué pasado guardaba con Daimon. Pero entendía que tenía un significado para él. Se sorprendió al darse cuenta de que no era un simple pedazo de tela, sino, una pequeña capa; que en su interior justo debajo de la capucha traía bordado su nombre con hilos dorados.

Su corazón se estrujó de manera dolorosa en su pecho, y sus ojos se humedecieron. Esa misma, era la capa que le había bordado su madre cuando era niño. Fue un regalo para su cumpleaños número nueve, la apreciaba y la cuidaba con su vida por el simple hecho de que fue su madre quien la hizo. Pero la había perdido hace mucho tiempo, o más bien, se la había dado a alguien que la necesitaba más que él.

Entonces su cabeza hizo clic.

Anselin recogió su espada del suelo, y con la capa en la mano corrió hasta la torre más alta. El demonio dragón continuaba lanzando llamas por la boca en todas las direcciones, haciendo que fuera una misión imposible para los caballeros y soldados llegar hasta las escaleras. Pero Anselin, era el Príncipe dorado protagónico. Esquivó el fuego con destreza y elegancia, logrando ser el único capaz de escabullirse hasta las escaleras.

Mientras subía, no podía dejar de pensar en lo ciego que había sido. Todo este tiempo había tenido frente a sus ojos a aquel niño de voz triste. Después de ese día, volvió al pueblo muchas veces más para encontrarse con él. El pequeño le había querido devolver la capa cada vez, pero Anselin se rehusó diciendo que se la pediría de vuelta cuando acabase el frio en primavera. Sin embargo, un determinado día dejó de encontrarlo. El niño había desaparecido, y ni siquiera conocía las facciones de su cara para describirlo y preguntar por él. Simplemente la tierra parecía haberlo tragado.

El Príncipe Heredero y el Demonio del bosqueWhere stories live. Discover now