Capítulo 17

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Había una diminuta mancha oscura en el techo color crema, observada con detenimiento parecía ser una estrella color café o quizás un rombo. La verdad es que Juliana no estaba del todo segura pero su mirada no se había despegado de ese lugar por un buen rato. El movimiento de un cuerpo cálido a su lado cortó su concentración por un segundo, pero al ver que la persona acostada a su lado ya no se movía, volvió a posar sus ojos en el punto oscuro. Suspiró, ahora la mancha dejó de tener forma otra vez.

- ¿Qué haces? – la voz rasposa y recién despertada de Valentina la hizo voltear su cuerpo completamente hacia ella, encontrándose así cara a cara con la castaña.

-Nada, esperaba a que te despertaras – respondió como quien no quiere la cosa sintiéndose repentinamente avergonzada por su ensañamiento.

- ¿Encontraste una imperfección en el techo o algo así? – tanteó en broma la ojiazul.

- Sabes, Val, yo creo que sí me conoces bastante bien – optó por decir Juliana para no darle una respuesta clara. La risa de la mayor la hizo sonreír derrotada.

- Y yo creo que eres medio rara, pero está bien porque así me gustas – Valentina tomó sus manos entre las suyas mientras la veía con ojos risueños.

- Eso no es algo muy amable de tu parte.

- La honestidad es clave en una relación.

- ¿De cuándo acá tan madura? – picó la menor desenlazando sus manos para poder acariciar el brazo de su acompañante, eso de estar cubiertas solo con una manta y nada más le venía bastante bien.

- Desde siempre ya...y pues...me lo dijo mi psicóloga – ahora la que rehuía de los ojos de la otra era Valentina.

- ¿Vas al psicólogo? Ni sabía que llevabas terapia – la morena apartó algunos de los mechones de cabello que caía sobre la frente y ojos de su novia.

- Pues hace no mucho yo tampoco sabía que tenías una cardióloga o lo del accidente, son cosas que van surgiendo y así.

- ¿Vas hace mucho? – preguntó Juliana dándole silenciosamente la razón.

- Ummmm... desde que entré en la adolescencia, quizás catorce años, entonces sí voy hace mucho, pero he tenido largos periodos de tiempo sin ver a mi psicóloga entre todos esos años, una relación un tanto intermitente.

- Entiendo, es bueno que tengas a alguien con quien conversar, a veces todo puede ser demasiado.

Valentina creía entender a que "todo" se refería Juliana y sus palabras eran suficientes para ella, se sentía aliviada por el hecho de que la morena no la presionara por más respuestas y la dejara ir a su ritmo.

De repente, estaba muy consciente de todo a su alrededor, principalmente del cuerpo desnudo de la joven pelinegra muy pegado al suyo. Habían llegado a su condominio con miradas anhelantes y traspasado la puerta de su cuarto con manos ansiosas desnudando a la otra, al final, siempre tuvo razón las segundas veces son mejores que la primera. Sonrió de manera juguetona y satisfecha mientras estrechaba efusivamente el cuerpo de su acompañante, su boca se pegó a la piel de su barbilla brindándole un suave mordisco.

- ¡Oye! ¡Me dolió! – Se quejó dramáticamente Juliana mientras se sobaba la barbilla. "Bueno me pasé un poquito" pensó Valentina sin arrepentimiento alguno.

- ¡Perdón, chiquita! Fue un impulso del momento, ya me calmé – se excusó la ojiazul cuyo cuerpo estaba prácticamente ya encima de la pelinegra.

- Y luego dices que yo soy la rara, también me mordiste el hombro hace un rato ¿algún fetiche que quieras confesar o algo? – preguntó sonriente Juliana dándose cuenta de que estaba básicamente atrapada bajo el cuerpo de la otra.

El corazón roto de Juliana ValdésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora