Capítulo 5

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Juliana se alertó al escuchar la puerta cerrarse de un portazo desde la sala en donde estaba viendo un programa en la televisión y rápidamente decidió apagarla y refugiarse en su habitación cómo la mayoría de las veces que el Chino llegaba de un humor de perros dando portazos. Cerró su puerta y sin prender las luces de su habitación hizo la cuenta regresiva mental hasta que el Chino comenzó con su espectáculo de gritos y reclamos absurdos hacia su madre. Qué si la comida no estaba lista, qué si había suficiente cerveza en el refrigerador, qué había tenido un día espantoso en el trabajo y nadie apreciaba sus esfuerzos, qué Lupe se había ido muy temprano en la mañana a trabajar y había pasado de su presencia, en fin, puras tonterías. Juliana a sus 12 años de edad estaba convencida de que si su padre encontrara una excusa medianamente decente se quejaría hasta del aire que respira, porque ese parecía ser su pasatiempo favorito cada que llegaba colérico y pasado de copas, que cada vez era más frecuente, quejarse de la vida que llevaba, de la esposa que no lo apreciaba y de la hija que no quería. Porque sí, Juliana ya había tenido que escuchar a su padre, en sus peores momentos, despotricar contra su mera existencia, lamentándose patéticamente del hecho de que ella no naciera varón o que Lupe no fuera capaz de darle más hijos para compensar su decepción. Incluso, en una ocasión, Juliana lo escuchó insinuar que ella no era suya – Ni siquiera se parece a mí, por donde la veas podría ser hija de cualquiera menos la mía – había balbuceado borracho para sí mismo en la cocina, ella se había estado aguantando la sed y se había rendido para ir en busca de un vaso de agua cuando presenció ese momento.

- De todas formas, gran padre que es – se dijo bajito mientras que la discusión en la planta baja subía de tono y ella se disponía a buscar sus confiables audífonos que siempre la escudaban en gran parte de las palabras hirientes de su progenitor.

Juliana nunca se había atrevido a cuestionar a su madre al respecto ¿qué caso tendría? Lupe solo se indignaría por un tiempo y se lo negaría hasta el cansancio para después, al poco tiempo, arreglarse con él y seguir para adelante con ese círculo vicioso que ambos habían creado en su relación mientras ella estaba atrapada como la única espectadora obligada a presenciar todo desde su asiento en la primera fila.

- El show de Lupe y Chino – bufó con amargura mientras se escondía bajo su manta y subía al máximo el volumen de la canción que había escogido para intentar acallar las voces de sus padres.

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Amy la miró con desgano mientras Juliana daba un gran mordisco a su sándwich de pollo y tomaba un sorbo de su café, era su primer día de vuelta en la universidad así que se habían reunido después de la primera clase para tomar un rápido desayuno en uno de los jardines del campus.

- Nunca he visto a nadie tan alegre en un día lunes, no es normal – comentó al ver como su amiga observaba sus alrededores con una expresión alegre, la sonrisa de la muchacha no vaciló ante el comentario.

- Pasar más de una semana en completo encierro en casa, hace que los lunes de clases parezcan un paseo o una excursión en grupo con amigos.

- Pero no te gustan las excursiones, ni los grupos de amigos – reiteró la colorada con burla, Juliana puso los ojos en blanco.

- Me llevó bien con nuestro grupo del almuerzo, en todo caso entiendes la idea...a menos que quieras que te lo traduzca – esta vez fue el turno de la morena para molestarla.

Amy levantó la mano en una mala imitación de una persona ofendida.

- No insultes mi español de esa manera por favor y el hecho de que llames a nuestros amigos "grupo del almuerzo" demuestra mi punto.

El corazón roto de Juliana ValdésWhere stories live. Discover now