Capítulo 12

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HOLA!! Sé que ha pasado buen tiempo, mi única explicación es que pasaron cosas e.e y lamentó dejarlas colgadas. Siendo sincera ya tenía más de la mitad del capítulo listo hace un mes pero se sentía incompleto publicarlo así y odio las cosas incompletas. Lo cual me lleva a decir que tengo toda la intención de terminar esta historia apropiadamente, incluso si me tomo mi tiempo para hacerlo. A las que siguen allí, tenganme paciencia por favor y como siempre, disculpen cualquier error.

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Valentina recuerda el momento exacto en el que experimentó el sentimiento de culpa por primera vez, tenía 6 años y solo quería a alguien que le prestara algo de atención, aparte de las niñeras y el personal de la casa al que le pagaban por estar ahí y no porque quisieran acompañarla. Su padre nunca estaba, desde que murió su madre tenía suerte si lo veía un par de veces al mes si aguantaba despierta para verlo llegar del trabajo. Su hermano Guille se había autoproclamado demasiado grande para seguir jugando con ella, optando por ir al club a practicar deportes todas las tardes después de la escuela, aunque ella sabía que solo iba para estar con sus nuevos amigos. Y Eva, bueno, sino estaba siempre estudiando y preparándose para viajar al extranjero como su padre planeaba, se la pasaba encerrada en su estudio en donde daba rienda suelta a su amor por el arte, era lo púnico que León no aprobaba del todo que ella se permitía hacer de vez en cuando.

Para Eva eso era un desahogo, un momento efímero en donde se permitía soñar con cosas que tristemente no estaban en su destino, y es que, a los 17 años, Eva Carvajal ya se había resignado a vivir una vida que ella nunca diseñaría para sí. A los 17 años, Eva ya vivía frustrada consigo misma y la carga de ser la primogénita del emporio Carvajal. Por supuesto, Valentina de 6 años no podía darse cuenta de todo esto, ella solo veía que su padre y su hermano eran ausentes y que su hermana mayor la ignoraba incluso cuando estaban en la misma casa, sin importar cuán grande fuera.

Así que la pequeña Carvajal se metió en el acogedor estudio que su hermana mayor había armado con sus propias manos y dedicación, y embarró con pintura negra todos los lienzos que pudo ver. Ni siquiera estaba molesta con Eva, bueno, no solo con ella, estaba molesta porque todos parecían haberse olvidado de ella, incluso su madre, se había marchado de este mundo dejándola con muy pocos momentos compartidos como para que recordara lo que significaba tener una madre.

Valentina estaba sola, y si los lienzos de su hermana no hubieran sido lo primero que vino a su mente para descargar su ira, hubiera sido cualquier otra cosa. No fue un ataque directo con malicia, solo era una niña enojada con el mundo, queriendo causar destrucción de cualquier magnitud posible dentro de sus limitadas posibilidades.

Sin embargo, las repercusiones de sus actos fueron las mismas, o más bien, fueron peores de lo que Valentina temía. Cuando Eva descubrió su hazaña no le gritó, no le reclamó o intentó cobrar venganza con alguna de las posesiones preciadas de la ojiazul o su pequeña persona, secretamente Valentina deseaba que fuera así pero el momento nunca llegó. Su hermana mayor solo le pidió que se retirara, incluso le dijo que buscará a una de las niñeras para que la ayudaran a asearse porque estaba manchada con pintura de la cabeza a los pies. Cuando la pequeña Carvajal se alejaba de la habitación, pudo escuchar como su hermana arrojaba y rompía todo lo que había adentro. Eva clausuró su estudio y nadie se enteró de que ella era la verdadera instigadora de ese suceso, cuando su padre le preguntó un mes después durante la cena si requería de más utensilios de arte, esta solo negó con la cabeza con una expresión contenida y le informó que había decidido dejar ese pasatiempo. Sin poder realmente disimular su expresión de satisfacción, León cambió de tema y Valentina perdió todo el apetito que tenía.

Solo se atrevió a meterse al cuarto clausurado una vez más y logró rescatar el único lienzo que no había sido víctima de su furia o la de su hermana. Se lo llevó a su cuarto y lo observó por largo rato, pensó que era bonito, no sabía mucho de arte, pero imagino que su hermana debía ser buena si había podido crear algo así. Valentina lloró hasta quedarse dormida ese día.

El corazón roto de Juliana ValdésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora