❝ Capítulo XXXV ❞

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El carruaje de Stefano se detuvo frente a la mansión. Elizabeth estaba cruzada de brazos y todo el viaje había sido de esta manera, no habían hablado en lo absoluto. Las miradas que la Kenway le arrojaba a su esposo eran de terrible enfado y él entendía perfectamente esto, después de todo le había dicho que no quería que se involucrara tanto en matar a Rouille. La pareja se quedó en silencio unos segundos antes de que elizabeth decidiera hablar.

—¿Qué está pasando?

—¿De qué hablas?— él intentó hacerse el desentendido.

—Tú sabes de qué estoy hablando, ¿qué está pasando?

—No es fácil de explicar, Lizzy.

—Pues ahora tienes que, estoy esperando una buena explicación— la joven se notaba frustrada, claro que lo estaría, después de todo querían correrla de la misión y que solo se mantuviera haciendo planes en la maldita mansión.

—Estoy tratando de protegerte de Germain— él respondió. Elizabeth se estaba cansando de tanto suspenso.

—¿Protegerme? Es imposible protegerme de él y lo sabes.

—Si, lo sé— agotado, solo se digno a asentir. —Pero todos nosotros estamos tratando de que nada grave te pase.

—¿Qué  es lo grave de lo que estás hablando?— cuestionó, confindida ante está declaración tan extraña.

Los ojos de ambos se encontraron y allí fue cuando la americana notó la mirada aterrada de Stefano, él sabía algo y no se lo estaba diciendo. Con lentitud, la mano de Elizabeth alcanzó la de su esposo, intentando de alguna forma hacerlo hablar. El joven francés se veía dudoso, sus irises azules estaban llenos de indecisión, como sí estuviera guardando él mayor secreto dentro de los templarios.

—Stefano, sí sabes algo, será mejor que hables antes de que sea tarde— lo ánimo, sujetando su mano para darle a entender que podía confiar en ella.

—No es que no quiera decírtelo, es que es algo...

—¿Es algo, qué?

—No quiero hacerlo peor, solo quiero que entiendas que es difícil.

—Por dios, habla de una vez.

Assassin's Creed: revolución Where stories live. Discover now